Deporte con Alma
Rafa Granados: «Voy a estar en deuda con la vida hasta que me muera»
El atleta cordobés, que hoy es un referente del deporte solidario en nuestra ciudad, se abre en canal para contar su historia a los lectores de La Voz
Hablar de Rafa Granados es hacerlo de la historia de un chico nacido en un barrio humilde. El mayor de cinco hermanos. Criado en un centro de acogida por Ana y Bernardo («los padres que nunca tuve», dice), la vida del hoy atleta cordobés cambió por completo a los 18 años. La muerte de su padre en un accidente de camión y un dinero mal gestionado le llevaron a cometer un delito por el que pagó su condena en la cárcel. Sin embargo, apoyado por su mujer, su familia y el deporte, Rafa Granados ha conseguido superar las adversidades y dejar atrás una vida sin salida. Ahora, a punto de cumplir los 50, sueña con seguir ayudando a todas aquellas asociaciones benéficas que lo necesiten con más retos solidarios. El que tiene entre manos es potente: completar la distancia entre Córdoba y Finisterre. Le esperan alrededor de 70 y 80 kilómetros diarios corriendo. Esta es su historia.
- Es posible que mucha gente no conozca su historia. O igual les suena, pero no saben realmente lo impactante que es.
- Nací en un barrio humilde y la vida ha cambiado mucho desde hace treinta años a esta parte. Por suerte viví lo que es una casa de acogida, pero eran otros tiempos. El problema llegó a los 18 años, cuando sales de allí y vas a la calle. Con esa mayoría de edad quise vivir rápido lo que no viví en la infancia. Eso se juntó con la muerte de mi padre en un accidente de camión. Recibimos un dinero a repartir entre mis otros cuatro hermanos y esa fue mi desgracia. No lo supe gestionar. Me fui por la noche y las drogas. Quise volar más alto de lo que me pertenecía y, a raíz de ahí, me busqué un problema con la justicia.
- ¿A qué se refiere?
- Dejé un dinero a una persona con el propósito de sacar más. De ganar dinero fácil. Y, ¿cómo se consigue eso? Solo es posible con la droga. Quería más para seguir gastando y viviendo esa etapa de mi vida. Discutí con la persona a la que le dejé este dinero, no quiso devolverlo y, por desgracia, hubo una pelea con armas de por medio. Por eso pagué en prisión. En total fueron ocho años. Cuatro sin salir y después con el tercer grado. Pagué la condena porque no te puedes tomar la justicia por tu mano. Para eso está la ley. Tuve mi castigo y ahí mi mente hizo un reseteo completo.
- Empezó con el deporte y eso le sirvió para darse cuenta de que no podía seguir así.
- Efectivamente. Hoy he encontrado las endorfinas con el deporte y eso antes me lo daba la droga, la cocaína. Pero es que eso conlleva la ruina. Hoy el deporte es mi droga, pero antes lo era el salir. Lo necesitaba porque me sentía feliz. Y era un problema. Tengo que ser sincero y decir las cosas como son: para el adicto la droga está buena y por eso engancha. Ese es el problema. Si no enganchara no habría tantas personas con su vida destrozada. Nadie quiere estar así y cuesta mucho salir de ahí.
Hoy he encontrado las endorfinas con el deporte y eso antes me lo daba la droga"
- Pero usted lo ha hecho
- Sí, pero no me puedo relajar en absoluto. El adicto nunca deja de serlo. El que es drogadicto lo es para toda la vida. Es así de radical. Siempre tenemos que estar en alerta. Por suerte, yo puedo decir que las endorfinas de paz y tranquilidad las he encontrado con mi familia y el deporte. Por eso hago las locuras de retos que hago. De vez en cuando necesito ‘pasarlo mal’ y volver a resetear. Por eso busco retos como ir de Córdoba a Madrid, a Sevilla o a Málaga corriendo. Porque necesito encontrarme a mí mismo. Corriendo hablo conmigo mismo. Es algo que necesito.
- ¿En qué momento cambia el chip para dedicarse así, de esta manera, al deporte?
- A ver, yo siempre he estado vinculado al deporte, aunque es cierto que no a estos extremos. Realmente diría que el chip cambia cuando sé que tengo que entrar en prisión, aunque estoy cuatro años fuera hasta que se hace efectiva la condena. Yo era consciente de que tenía que pagar. Ahí es cuando me pongo en serio a correr. Me doy cuenta que, poco a poco, pasan los días, llega la noche y puedo descansar. Que duermo bien y la cabeza ya era otra. Haciendo deporte voy estando mejor, así que decidí agarrarme unas zapatillas y empezar a funcionar día a día. Iba de mi casa a Cerro Muriano con una mochila llena de botellas de agua y hacía diferentes retos. Diría que mi chip fue el querer cambiar. Eso es importante, pero la persona que tienes a tu lado es fundamental. Sin eso es imposible salir. Por suerte yo la encontré y he tenido a la persona que tengo a mi lado. Pero sí que soy muy consciente que esto es una carrera que hay que hacer todos los días porque, si en algún momento vuelvo a tocar algo, sé que volvería a caer. Aunque ya hayan pasado 25 o 30 años en mi caso.
- ¿Se ha perdonado usted todo aquello?
- Si me hubiera perdonado del todo quizá no correría tanto. Busco esos retos para hacerlo. Voy a estar en deuda con la vida hasta que me muera porque nadie tiene derecho a pegar un tiro a nadie. Me voy a sentir culpable siempre y con la necesidad y la obligación de ayudar a quien venga a pedirme ayuda de cualquier tipo.
Me voy a sentir culpable siempre y con la necesidad y la obligación de ayudar a quien venga a pedírmelo"
- Con el deporte le cambia drásticamente la vida.
- Así es. Mi primera ‘locura’ la hice en prisión. Me llevé el récord Guinness de los 100 kilómetros. El otro día, por cierto, se cumplieron 25 años y me mandaron el recordatorio de que lo sigo ostentando. Yo creo que ese va a ser difícil que me lo quiten (risas). Al final tuve la suerte de que ese reto tuvo una gran repercusión en los medios nacionales: prensa, radio y televisión. Eso me dio un chute de energía y empecé a salir a todas las prisiones de España, a correr las medias maratones haciendo buenas marcas. Ganándolas o quedando en segundos puestos. Fui a Santander al Campeonato de España de 100 kilómetros, conocí al jurista Joaquín de la Vega y eso me ha llevado a donde estoy ahora mismo. A hacer esas burradas que hago: ir corriendo al Veleta, al Rocío… y siempre por causas benéficas para echar una mano a cualquier asociación porque siempre hace falta. La vida me va bien. Soy rico en familia y en tiempo para mí. Eso es mucho más importante que el dinero. Mi familia está sana: uno de mis hijos estudia para bombero, otro es Dj… tenemos la suerte de estar bien, sanos.
- Y con todo eso las ‘locuras’ no han terminado
- Para nada. Mira, yo soy especialista en Terapias Manuales y eso me ha abierto muchas puertas. He podido estar en Japón compitiendo en el K-1, he estado en banquillos como los del Ciudad de Lucena o el Jaén y ahora estoy con el torero Roca Rey. Mi trabajo me ha abierto muchas puertas de muchos mundos de los que no tengo ni idea como el fútbol, el boxeo o el toreo porque a mí solo me gusta correr, y gracias a esto he conocido a muchísimas personas. Pero sí que tengo claro, respondiendo a la pregunta, que me gustaría volver una temporada a mis inicios: hacer los 100 kilómetros, maratones y algún reto solidario. Todo eso estoy pensando en retomarlo en 2025.
- ¿Como por ejemplo?
- Tengo un proyecto bonito: ir desde Córdoba hasta Finisterre corriendo. Completar todo el Camino de Santiago. Hacer entre 70 y 80 kilómetros diarios. Y, desde aquí, me gustaría pedir algún sponsor o patrocinio. No quiero ganar dinero, solo un sponsor para poder tener un lugar donde comer y dormir. A ver si alguien lo lee y nos echa una mano (risas).
Me gustaría volver a mis inicios en 2025: los 100 km, maratones y algún reto solidario"
- Ojalá. De momento creo que el mensaje en sí es bastante potente. No ha debido ser fácil.
- No lo ha sido, no. Pero, como te digo, es muy importante las personas que tengas a tu alrededor. Todo eso es un 60%. El otro 40% es individual y es muy difícil porque tienes que querer, pero si no tienes al lado a una persona que apuesta por ti… es muy complicado. Para poder ayudar primero hay que estar bien. Hay que querer. Pero, eso sí, me gustaría decirle a la gente que nos lea y esté en un momento difícil que hay que luchar siempre, hasta el final. Siempre hay esperanza. Hay que buscar ayuda en la familia, los amigos o donde sea. Si se quiere, se puede salir.