El PSOE resucita a David Cubedo
Su estrategia es elemental: primero calienta por la banda con lo que le han dicho que diga de Ayuso y Feijoo. Es el momento de ir a por las palomitas
Soy fan de Isabel Rodríguez, lo confieso. Lo de la portavoz del Gobierno cada martes es más adictivo que ‘Succession’ y además dura más. Hay intrigas, misterio, mucho terror y sobre todo giros de guión, porque cuando esperas que diga blanco, porque los socialistas llevan años diciendo blanco en este asunto, sale esta ministra y dice que negro sin descomponerse lo más mínimo. Su arte de fingir supera a Helen Mirren y a Olivia Colman juntas, dos actrices que, por cierto, han interpretado magistralmente a una reina a cuyo entierro hizo Pedro Sánchez todo lo posible por ir para figurar, que es lo que le gusta, pero como allí saben muy bien quién es lo dejaron en tierra, sin usar el Falcon en esta ocasión, que sí estaría justificado.
Volvamos a Rodríguez, de la que no me canso de ver sus intervenciones en Youtube, una tras otra, sin desmayo, ya sea en la sala de prensa de la Moncloa o en cualquiera de sus intervenciones durante el resto de la semana, como ocurrió el pasado jueves. Aparte de sus innovadoras construcciones gramaticales y del uso de palabras y expresiones huecas que no significan absolutamente nada, esta portavoz tiene un dominio del suspense como pocos lo han tenido en la gran pantalla, lo que hace que crezca en progresión geométrica el consumo de cubos de palomitas para disgusto -fingido, eso sí- del ministro de Consumo mientras éste deglute un chuletón de Kobe al punto.
Los martes es el día de saber qué ha decidido el Consejo de Ministros para reducir la inflación, bajar la deuda, mejorar la sanidad, crear empleo, aminorar el gasto público, abaratar los consumos energético pero resulta que no, que Rodríguez no cuenta nada de lo que todo el mundo espera escuchar. Ahí está su mérito.
Su estrategia es elemental: primero calienta por la banda con lo que le han dicho que diga de Ayuso y Feijoo. Es el momento de ir a por las palomitas. Después vuela libre y se aventura a hacer unas afirmaciones que serán desmentidas en breve por los suyos. Esto forma parte de la capacidad que tiene de hacer el ridículo. Admirable. Por último, como gran función de fuegos de artificio, llegan los anuncios grandilocuentes, cargados de palabras esdrújulas para que parezcan lo que no son y ahí es donde Rodríguez se abre de capa y demuestra lo mejor de sí misma.
Esta semana ha tocado lo del NO-DO, las noticias de inserción obligatoria en los medios de comunicación como si estuviéramos en los tiempos perseguidos por la ley de memoria histórica. La muy ladina no lo ha soltado tras el Consejo de Ministros, que es donde tiene más audiencia y afición, sino en un acto en el que participó junto a tres que sí fueron grandes portavoces del Gobierno: Fernando Ónega, Rosa Conde y Pío Cabanillas. Ahí soltó lo de que la sociedad requiere conocer «con veracidad» lo que hace el Gobierno, despojado de los «intereses sesgados» de los de siempre, los del puro, la caverna y los contubernios.
No lo entiendo. Isabel Rodríguez nació el mismo año en que desapareció el NO-DO, por lo que no lo pudo conocer. ¿A cuento de qué viene esta nostalgia por algo más que superado? Cuando la libertad de expresión y de pensamiento incomoda al PSOE los socialistas se ponen la gorra de plato, cogen la fusta y de aquí a nada estarán desenterrando las voces imperiales de Paco Cantalejo o de David Cubedo para que narren las hazañas de Pedro Sánchez inaugurando pantanos. Sin público, claro, que le abuchean.