De comienzo en comienzoElena Murillo

El sorteo de la ilusión

Este sorteo extraordinario se ha mantenido en el tiempo desde 1812

A un mes vista de las entrañables fiestas navideñas, nos cautiva como cada año el sorteo de la lotería de Navidad. La popularidad de la que goza este hace que nos inmiscuyamos fácilmente en él probando suerte, sumergiéndonos en un mundo imaginario en el que reina una ilusión transmitida y vivida desde que tenemos uso de razón. Cuando estamos a punto de empezar a prepararnos para un tiempo litúrgico fuerte como el que simboliza el Adviento, que nos guiará hasta la llegada del Mesías, empezamos a soñar con el que parece uno de los días que vivimos con más entusiasmo, un día esperanzador que rebrota cada 22 de diciembre. No conlleva un premio que nos haga ricos, no nos quitará la necesidad de trabajar ni eliminará los achaques de salud, pero sí nos alegra un poco el devenir de nuestros días.

Este sorteo extraordinario se ha mantenido en el tiempo desde 1812, cuando se celebraba por primera vez en Cádiz en plena invasión napoleónica. Y ya van en torno a ciento cincuenta años desde que los niños de San Ildefonso empezaran a protagonizar esta jornada con su tradicional soniquete, un canto prolongado que se traduce a unos pocos miles de euros.

Son las estampas invernales, el entorno familiar, las imágenes propias de este periodo, las que sirven de fondo para la publicidad que sostiene a la lotería de Navidad; los creativos hacen uso de fotografías que nos tocan el corazón porque logran que nos identifiquemos con las distintas situaciones recreadas.

Este año la campaña arrancó con un spot publicitario en verano donde quedaba claro que hasta los que más saben, alguno de esos «listillos» que todos conocemos y que son expertos en cualquier tema, no son capaces de saber dónde tocará el gordo; por ello hacían una invitación a comprar en el lugar de vacaciones. Desde ese momento la ilusión se encuentra viajando como el resultado del que ve la suerte allá por donde pasa.

El anuncio de este 2022, que Loterías y Apuestas del Estado ha titulado como Un sorteo extraordinario, lleno de historias extraordinarias y que ya ha empezado a circular por la pequeña pantalla, relata varias historias: la de Julia, una florista que se ve beneficiada por la buena acción de una persona que encuentra el décimo y que, tras comprobar que ha resultado premiado, busca a la afortunada; la de Vika, una mujer extranjera que es acogida por una compañera de trabajo que la convierte en amiga hasta el punto de querer compartir también la ilusión de la lotería; y la de un pastor trashumante, que padeciendo todo tipo de inclemencias, sobre todo meteorológicas, se desvía de su camino para visitar a su hermano en el hospital solamente para compartir la tradición de ese deseo de alcanzar un premio.

Recordamos campañas como la del primer año de pandemia en la que se invitaba a Compartir como siempre. Compartir como nunca y que abarcaba los abrazos entre personas en una mirada que quizá encerraba el mensaje más breve y el más representativo por las emociones contenidas. O la del pasado año en que se recordaba que Compartimos la suerte con quien compartimos la vida, que ponía en escena una cadena solidaria que partía de la iniciativa de un vecino y que consiguió que los décimos volaran a todos los bolsillos de los habitantes de un pueblo. Atrás quedan otras en las que aparecía incluso una historia animada, la de Justino.

A estas alturas todos tendremos algún que otro décimo con nombres en el reverso, habremos adquirido algún número en esa escapada a otra ciudad y habremos buscado participaciones con las que colaborar con distintos colectivos. Porque a todos nos gusta regalar ilusión y compartirla con las personas que forman parte de nuestra existencia. En este contexto me queda desear, como hiciera durante tantos años el calvo que fue la imagen de este anuncio, que la suerte te acompañe.