El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Este año la burra vuelve otra vez al trigo

Hace décadas se pensaba que se iba a acabar con el juguete bélico, con las cocinitas, con los indios y los apaches, con los cochecitos y resulta que no

La llegada de la Navidad supone cada año el reencuentro de cada uno con todo aquello que forma parte de nuestras vidas, desde el montaje del Belén al sonido de los villancicos. Estas vísperas navideñas son siempre el redescubrimiento de lo ya conocido y sabido y ahí está su encanto, porque todo regresa como si fuera la primera vez.

Vuelve el alumbrado de la calle Cruz Conde, que en sólo tres ediciones se ha convertido ya en una tradición, y regresa más que nunca el alza de los precios, y también lo hace el espumillón y las comidas de empresas. Y todo lo que usted ya sabe.

Con más veteranía en nuestra Navidad que el mercadillo navideño de las Tendillas retorna también la campaña del juguete no sexista. Todo un clásico, porque la recordamos desde nuestra infancia. Hace décadas se pensaba que se iba a acabar con el juguete bélico, con las cocinitas, con los indios y los apaches, con los cochecitos y resulta que no, que si se va a una tienda de juguetes en estos días son estos, precisamente, los productos que más se venden, por no hablar de las muñecas que cada año se ponen de moda, se agotan inmediatamente y a los pocos meses ya no hay quien se acuerde de ellas, las pobres.

La lucha contra el juguete sexista y bélico es algo que se pierde en la noche de los tiempos. Varias generaciones saben lo que es que en estas fechas te intenten adiestrar sobre las maldades de unos juguetes frente a otros. En los primeros años todos podíamos pensar que estas campañas, generosamente regadas con dinero público, podían dar resultado, pero no ha sido así, porque los padres y sobre todos los niños actúan con plena libertad en esta materia. El paquete que quieren abrir en la mañana del 6 de enero debe contener aquello que se puso en la carta a los Reyes Magos y no otra cosa.

Si se caracteriza por algo el ministro Garzón es por ser contumaz en sus obcecaciones. A lo mejor éste es su cometido ministerial. Si el año pasado promovió -desde el presupuesto público, claro- una huelga de juguetes que pasó bochornosamente desapercibida, este año ha sido fiel al chandal que se pone en casa para cocinar carne en la intimidad y se ha puesto la gorra de plato de la RDA para recortar, una vez más, las libertades de los españoles. Como después de décadas de campañas no sexistas y no violentas sin resultado alguno, ha decidido pasar a la coacción, que es lo que a esta gente se le da bien. Le han llamado autorregulación, lo enmascaran bajo el beneplácito de los fabricantes de juguetes, pero en el fondo no es más que la represión de aquellas empresas que se salgan del carril marcado por ellos.

Esto costará una pasta, fijo, que saldrá de su bolsillo y del mío. ¿No sería más rentable analizar por qué desde hace décadas la mayoría no hace ni puñetero caso de estas campañas? Quienes hoy compran juguetes como padres o incluso abuelos fueron los primeros niños a los que se les intentaba adiestrar hace décadas. ¿Qué es lo que ha pasado para que año tras año se vaya de fracaso en fracaso y tenga que volver la burra al trigo? ¿Nadie se ha parado a pensar otra estrategia o a proponer que se tire la toalla de una vez para no gastar más el dinero de todos?

Por cierto: si en España hay un anuncio de juguetes que destaque con diferencia sobre el resto éste es el de las Muñecas Famosa. Es de 1972 -uf, qué época-, está filmado en blanco y negro, y curiosamente salen tantas niñas como niños. Totalmente paritario y no sexista. ¿Qué curioso, no?