Reflexiones en voz altaJuan Rafael Toledano

Demoliciones Sánchez

No puede haber malversador si no se es corrupto y todo malversador del dinero público lo es

Actualizada 23:48

En mi última reflexión en voz alta hablaba sobre cómo Pedro Sánchez estaba acabando de diseñar un camino para terminar con la división de poderes, de tal forma que todo el poder se concentrara en su persona y en su partido. Vamos, que estaba poniendo las semillas para establecer una dictadura y mostrando cada vez más su versión de tirano.

Ya hemos visto en multitud de ocasiones que al Sr. Sánchez no se le puede contradecir en nada y, por supuesto, no se puede generar una opinión contraria a él, pues en ese caso siempre serás un facha de ultraderecha y contrario a la Constitución.

¡Qué daño puede hacer el uso indebido de un lenguaje que sobre mentiras nos quiere convencer de lo contrario de lo que nuestros propios ojos están viendo!

Pero, la demolición del Estado Democrático y de Derecho que nos habíamos dado los españoles con nuestra Constitución, poco a poco, a plazos, lo está desmoronando, vendiéndolo por parcelas, con una única intención, la de perpetuarse en el poder.

Se ha hablado ya en los medios, hasta la saciedad, de la barbaridad de la rebaja del delito de sedición para beneficiar a sus compañeros de viajes, unos absolutos antisistema, anti constitucionalistas y enemigos de España. Minoría absoluta que quiere desvertebrar el país, pero que a Sánchez le importa un bledo andando él caliente.

Pero ahora quiere dar dos pasos más: de un lado, modificando el delito de malversación y, de otro, mandando a la cárcel a aquél que ose llevarle la contraria en sus deseos, como es el pretender crear un nuevo delito contra el Poder Judicial si se atreven a no admitir sus nombramientos para el Consejo del Poder Judicial.

En cuanto al primero, cuánto juego da el lenguaje demagógico.

Para volver a beneficiar a aquellos que sin ningún interés en el bien general de España, sólo pensando en su catalanismo cavernario, le imponen esta modificación que al Sr. Sánchez no le importa mientras le sirva para mantenerse en La Moncloa, se nos dice que hay que distinguir la corrupción política de la malversación de fondos públicos, cómo si no fuesen género y especie.

No puede haber malversador si no se es corrupto y todo malversador del dinero público lo es.

La primera y primordial misión de un político es velar por el interés general. De acuerdo, cada uno en base a su ideología de lo que es mejor para generar ese bienestar general, pero siempre bajo un prisma: la honestidad, siendo evidente que aquél que no respeta el dinero de todos, destinándolo a fines que no son los que responden al interés general sino al suyo particular, directa o indirectamente, es un malversador, un deshonesto y, en definitiva, un corrupto y un delincuente. Por lo tanto, cualquier versión nueva del delito de malversación de caudales públicos que permita a un político hacer del dinero de todos lo que le venga en gana, siempre será una malversación y una actuación corrupta, esté o no penada. Otra cosa es que el Sr. Sánchez se encuentre a gusto entre delincuentes y los tenga como socios.

Pero ya la última idea raya el golpe de Estado. El Sr. Sánchez, que no puede admitir que se le oponga nada a sus deseos, está dispuesto a castigar con cárcel, sí, con cárcel, a aquellos miembros del Poder Judicial que rechacen sus nombramientos. Da igual que cumplan o no los requisitos para pertenecer a los Órganos para los que deban ser nombrados, es su voluntad y deseo y su interés y basta.

No obstante, lo que más me preocupa de todo esto es que hay todo un partido, el socialista, que calla y admite, y unos Diputados que, en privado, se muestran contrarios a todo esto, pero que llegados al Congreso son incapaces de romper la disciplina del voto. Claro, fuera del partido hace mucho frío.

No son conscientes (o si lo son, son unos verdaderos irresponsables y cómplices del daño a la democracia) de que todas estas modificaciones que ahora se pretenden para beneficiar al Caudillo Sánchez, en otras manos también acabarían con su libertad y, entonces, ya será tarde para todos.

Además, si no se puede romper la disciplina de voto cuando la conciencia de uno está de acuerdo con lo que le han mandatado sus votantes, es mejor que nos ahorremos ese sueldo y que cada vez que vote uno de cada partido sirva para computar todos los escaños obtenidos en las elecciones.

Moraleja: El lobo asoma las orejas y estamos todos, todos, dejando al lobo posicionarse, cuando salga el lobo y ataque, lo mismo ya no somos capaces ni podemos defendernos.

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