El portalón de San LorenzoManuel Estévez

La restauración del Mihrab de la Mezquita Catedral

«Patricio Furriel era una persona muy culta y preparada, con gran amor por las artes. De su familia heredó la habilidad y la profesión de organero»

Actualizada 00:08

Entre 1815 y 1819 el Mihrab fue objeto de una gran restauración, la cual definió su aspecto esencial que ha llegado hasta hoy. Se sentaba entonces en la Silla de Osio el famoso obispo don Pedro Antonio de Trevilla Bollaín (1755-1832), de origen vasco, que llegó a nuestra ciudad en 1805. Como otros sacerdotes de esa zona que vinieron a Córdoba, Trevilla siguió de forma ejemplar la ortodoxia en los dogmas, pero en el plano político o social su concepto de «España», los «españoles» o la «religiosidad española» no encajaba para nada con el propio de nuestras tierras, y ahí están sus pastorales de 1810 y 1822 para corroborarlo.

En todo caso, diremos, en honor de la justicia, que Trevilla era un hombre culto, abierto al arte, y así quiso recuperar el Mihrab, cuyo hueco de entrada estaba tapado desde 1368 por el retablo de la Capilla de San Pedro. Tomó la decisión de descubrirlo para que pudiese ser admirado, seguramente influenciado por el arquitecto Nicolás Duroni y por Alexandre Laborde, que muchos citan como «arqueólogo», cuando esa disciplina en aquellos tiempos era más bien pasatiempo de aficionados a buscar restos antiguos.

Mihrab de la Mezquita Catedral de Córdoba

Mihrab de la Mezquita Catedral de CórdobaLa Voz

Sería elegido por el obispo para realizar este trabajo de restauración don Patricio Furriel y Crespo (1750-1834), oriundo de Zaragoza y vecino del barrio de San Agustín. A decir de la mayoría de los que lo conocieron, era una persona muy culta y preparada, con gran amor por las artes. De su familia heredó la habilidad y la profesión de organero, en la que trabajó para la Catedral durante nada menos que 69 años, realizando y reparando, además, órganos por toda la provincia. En el plano civil llegó incluso a ejercer el cargo de Jurado en la corporación municipal (1785). Y su firma se puede apreciar certificando los datos de algunos padrones municipales de aquellas fechas.

El trabajo de la restauración empezó a planificarse en 1815, y se desarrolló en firme desde 1816 a 1819. Se pagaron por materiales 22.624 reales, y por sueldos, incluida la gratificación final a Patricio Furriel de tres mil reales, 42.223, lo que arroja un total de 64.847 reales. Hoy esta cifra equivaldría a algo más de quinientos mil euros. Junto a Furriel colaboraron, entre otros, Juan de Mendizábal, Ignacio Aguirre, Ignacio Pan, Pedro Serrano, Bernardo Alcaide, Luis Agustín, Juan Clavijo, Juan Ruiz, Rafael Martínez y Esteban de Alegría.

La tarea encargada no era fácil, pues el estado del Mihrab, tras siglos oculto, había sufrido bastante con el paso del tiempo y el abandono. Y los medios de entonces no incluían los actuales recursos informáticos, fotográficos, digitales, etc. ni la legión de arquitectos, ingenieros, arqueólogos, historiadores y los especialistas de todo tipo que hoy se necesitan, porque entonces estas profesiones, o no existían, o no estaban bien deslindadas. A pesar de ello, Furriel hizo un trabajo intachable, consiguiendo al final una imagen unitaria del recinto coherente con su estética bizantina.

Ejemplo evidente de ello es que el obispo Trevilla quedó muy satisfecho de su trabajo, así que, además de los tres mil reales acordados, le dejaría escriturado el pago de su entierro, que se celebró el 11 de octubre de 1834 en la iglesia de San Andrés y costó 596 reales. El dinero fue cobrado por su hijo, Francisco de Paula Furriel Muñoz, que tenía su farmacia en la Rejas de Don Gómez nº 2. En esta casa, haciendo esquina con la entonces llamada calle la «Pelota», moriría con toda probabilidad Patricio Furriel, y también su cuñado, el Padre José María Muñoz Capilla (1771-1840), que luego daría nombre a la calle.

Pero en este país, y en concreto en nuestra ciudad, en todas las épocas siempre salen a la palestra «entendidos» que de todo saben, parecidos a las que hoy llenan las tertulias de la televisiones, y que lo mismo dictan cátedra de arte, de fútbol, de los tipos de interés de la Reserva Federal, de la estrategia militar en la guerra de Ucrania o de una finca de la Pantoja.

Así, muchos de estos «intelectuales» trataron esta restauración como un«trabajo de aficionado», «restauración torpe y desafortunada», «grosera restauración», etc. etc. La gran mayoría de estas críticas carecían hasta del rigor histórico mínimo requerido, ya que ignoraban, por ejemplo, la restauración previa de Tomás de Devreton (1772). Dicho hecho lo denuncia el «Diario Córdoba» de 9 de noviembre de 1935 citando entre ellos a Pedro de Madrazo, Luis Ramírez de las Casas Deza, Gómez Bravo y Rodrigo Amador de los Ríos.

Por desgracia, la inquina persiste todavía en la actualidad, como la reciente tesis doctoral de un historiador que dice textualmente: «...Con todo, también hubo algunos intentos de conservación del patrimonio artístico cordobés con el fin de recuperarlo y ponerlo en valor. Entre las actuaciones más conocidas en este sentido, se cuenta la del farmacéutico Patricio Furriel, que en torno a 1826 se encargó de la puesta en valor del Mihrab de la Catedral...». Pero más adelante lo pone «de chupa de dómine» apoyándose en lo que han «rajado» otros anteriormente. Pues bien, por lo pronto, para empezar a considerar la crítica, ni Furriel era realmente «farmacéutico» como se indica en plan despectivo ni la obra fue en 1826…

Para finalizar, quiero resaltar a una de las pocas personas que, a mi juicio, ha hablado con respeto de aquella restauración, el arquitecto Sebastián Herrero Romero, que valora en su justa medida el trabajo de Furriel en su tesis doctoral. «Teoría y practica de las restauraciones de la Mezquita-Catedral de Córdoba durante el siglo XX».

Que sepamos, para la próxima restauración del Mihrab que se anuncia ya hay formado un equipo compuesto por los arquitectos Gabriel Ruiz, Gabriel Rebollo y el propio Sebastián Herrero, así como el ingeniero Rafael Ortiz, el arqueólogo Raimundo Ortiz, y en la parte histórica la persona que haya sustituido al recordado don Manuel Nieto. Además, queda la puerta abierta para que concurran a esta comisión los expertos en mosaicos que fueran necesarios y de toda la tecnología auxiliar.

Desde primera hora se ha tomado muy en serio esta restauración del Mihrab, baste citar el informe que aportó en 2016 don Manuel Nieto Cumplido «Informe Histórico Documental sobre el Mihrab y el Vestíbulo de la Qibla de la Mezquita Catedral de Córdoba». del que tengo que decir que para la elaboración del mismo, se recopilaron los trabajos realizados de forma desinteresada de: Asunción Saint-Geron, que investigó todas las cuentas de fábrica de la reparación realizada entre 1815 y 1819. De Francisco Aguayo Egido, que realizó la traducción del francés de la obra descriptiva de la Mezquita de Córdoba de Al-Idrisi. Otro que también aportó su trabajo, fue Alberto Estévez María que tradujo del libro de Pascual de Gayangos, «Mohammedan Disnaties In Spain», Libro 3º. Capitulo 2º. Igualmente se contó con la aportación de María Cañete, que por mandato del Cabildo había gestionado con la Universidad de Córdoba, un trabajo sobre la pigmentación de la vigas del artesonado de la Mezquita y que se incorporó al Informe. Y ya por último, citar el importante trabajo de Rafael Aguilar Priego publicado en el Boletín nº 53 de 1945, de la Real Academia de Córdoba, sobre la restauración de Patricio Furriel Crespo del que se aprovecharon entre otros datos, los nombres de los trabajadores que intervinieron en la restauración.

Y por favor, recordemos como se merecen a los que hace unos doscientos años, con sus escasos y parcos medios, los precedieron en esta difícil tarea de restaurar.

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