De este agua no beberéRafael González

El fantasma de la navidades pasadas

Actualizada 00:46

Ahora que la Universidad de Córdoba ha decidido darle rango académico a una emisora amateur , pseudovecinal, ilegal y comunista, para hacer un taller de podcasting con el tradicional cuento navideño de Dickens como objeto de su curso, yo me acuerdo del señor Scrooge y los fantasmas. En realidad los espíritus flotan a mi alrededor con fotografías enmarcadas en las paredes del apartamento, en la caja metálica de Don Miki con vuestras manualidades para días especiales como el del Padre, en la bolsa de viaje aún con la ropa que se os quedó pequeña y a la que todavía no he encontrado un nuevo dueño de vuestra edad y talla.

Si hay una época del año que nos recuerde mejor que nada el implacable y vertiginoso paso del tiempo, esa es la Navidad. Ayer vuestra madre os estaba cosiendo un vestido en forma de caja de regalo para la fiesta del cole y hoy prepara comida para que el muchacho que ya es universitario se la lleve, cuando acaben las vacaciones, al piso compartido de otra ciudad, donde se hace el hombre que a mí me convierte en señor mayor. Y la niña que paseaba de mi mano hasta ayer mismo por la Corredera, mirando las luces y los adornos, hoy observa esas mismas luces con los ojos de una chica joven que no solicita manos para caminar.

En esa misma plaza o por la Espartería pasea mi padre y yo con él agarrado al recuerdo permanente que tiene olor a anís y pestiño, a café y rosquitos de la abuela, al niño ahora huérfano que busca en las aceras huellas del pasado. Pero todo está muy distinto. Hace años, cuando iba a la Misa del Gallo en San Francisco, que fue la parroquia de una lejana Primera Comunión, lo hacía también pensando en el paso del tiempo, que parecía a la vez detenido porque estábais muy pequeños y la vida era perfecta. Recordaba al abuelo ya entonces ausente de sí mismo comprándome jeringos en los soportales y desayunándolos en el Arco Bajo. Y pensando quizá, años más tarde, que yo ya me hice mayor y que me llevé sus navidades demasiado pronto, como ahora me resultan las vuestras, tan fugaces y eternas a la vez.

De acuerdo que vivo el presente y que es algo que lo tengo escrito como obligación. Y cierto es que este presente de vuestro padre es hermoso, reposado, prometedor y cálido como nunca lo ha sido. Lleno de luz. Pero cuando llega la Navidad, el fantasma de las fiestas pasadas me visita sin piedad y me trae una casa ruidosa, unos niños en pijama, una liturgia emocionante a la hora de esconder vuestros regalos, unas miradas brillantes de rotunda inocencia, a unos chiquillos que no sospechaban ni de refilón, entonces, que quedarían agarrados para siempre al corazón de su padre en ese momento precioso. Ahora es el fantasma de las navidades pasadas.

Trato de evitarlo pasando muy deprisa por las calles del centro de una ciudad iluminada que ya no conozco sin vosotros, que camináis ya vuestra propia senda. La que también os traerá vuestras futuras navidades en sepia.

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