El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Una Navidad diferente

No es que vaya a faltar de sus mesas lo superfluo, algo que sería hasta recomendable, sino lo que es fundamental

La Navidad es el reencuentro con el niño que fuimos, con una felicidad acaso perdida que en estos días regresa en forma de esperanza o de melancolía, según. Este ciclo es el que se repite siempre, sin variación, con independencia del momento histórico en que se esté porque en esa mirada al pasado nunca falta el motivo central de la celebración, que no es otro que celebrar el nacimiento de Jesús.

Así es el encanto para quien celebra de verdad la Navidad, frente a quienes buscan desvirtuarla para despojarla de su sentido y de sus valores. Tarea inútil, porque siempre prevalecerá el mensaje eterno que nació hace 2.000 años en el portal de Belén.

Este retorno anual a la Navidad se vio truncado hace ya dos años por la llegada de la pandemia del coronavirus. El miedo al contagio, las restricciones y esas muertes que goteaban a diario, y de las que nunca llegaremos a saber su cifra exacta, hicieron que las fiestas del año 2020 se vieran gravemente condicionadas por esta situación. Parece que ha pasado una eternidad, pero fue hace sólo dos años cuando todo se vino abajo y aquella Navidad quedó restringida al ámbito domésticos, aunque dolorosamente con aforos restringidos que impidieron a muchas familias reunirse en su totalidad.

El año pasado vino otro repunte del coronavirus en su vertiente omicron, que volvió a disparar los casos y, por tanto, el temor a contagiarse. Esto volvió de nuevo a condicionar la Navidad y a hacerla diferente, tanto en lo social como en lo económico. Fueron muchos los que optaron por no reunirse en esas reuniones de las vísperas y esto trajo como consecuencia las suspensiones de las reservas en los bares y restaurantes, que esperaban estas semanas para remontar tras un largo periodo de penurias que abocó al cierre de muchos establecimientos.

Ahora, esta Navidad se ofrece a todos como la de la normalidad, como la de la recuperación, como si fuera la misma que celebramos en 2019, antes de la llegada del covid. Pero no, no es así, porque en estas fechas no habrá contagios -lo que sí hay que celebrar- pero éstas son unas Pascuas condicionadas por la recesión. Desde hace semanas se viene informando de la subida de los productos de consumo navideño, que han disparado su precio considerablemente respecto a años anteriores.

La noticia queda aquí, no va más allá. Tras el dato de que mes a mes sube el IPC hay muchos dramas familiares que no van a ver la luz y de los que no vamos a saber nada. Numerosas familias han tenido que recortar su presupuesto para estas fiestas. No es que vaya a faltar de sus mesas lo superfluo, algo que sería hasta recomendable, sino lo que es fundamental, lo que hace celebrar con sentido una de las fiestas principales del calendario. La inflación no les va a frenar el derroche sino que va a provocar que los niños de la familia, si es que los hay, se pregunten por qué esta Navidad es diferente a las demás.