El portalón de San LorenzoManuel Estévez

La otra España 'vaciada'

A Antonio le piden alrededor de 50 millones de pesetas para poder continuar con el local una vez sea levantado el nuevo edificio

No es ninguna novedad apuntar que nuestros barrios antiguos se están quedando solos, sin vida. Olvidados de políticos de todos los colores, salvo para molestar con sus ocurrencias a los héroes que aún viven allí, sus establecimientos de toda la vida cierran y las casas familiares se abandonan.

Casa MillánLa Voz

Este triste proceso está ocurriendo a lo largo de todo el casco histórico con mayor o menor intensidad: Santa Marina, La Magdalena, San Pedro, San Lorenzo, Santiago... De la Judería y el barrio de la Catedral mejor no hablar... Los «gobernantes» sólo se acuerdan de estas zonas de cara a los turistas con las Cruces de Mayo, el Festival de los Patios, el Carnaval o la Semana Santa. Y mientras, más y más urbanizaciones nuevas, llenas de pisos, se crean en la periferia. Puesto que la población de Córdoba incluso desciende, ¿es que se piensa abandonar los barrios históricos como en Segovia, donde ya viva más gente en los adosados de «Nueva Segovia» que en la ciudad del acueducto en sí?

Como pequeño ejemplo de este despoblamiento tenemos la Plaza de San Juan de Letrán y su entorno. Y ojo, no es de lo que está peor. En esta pequeña plaza, empedrada hasta 1954, había a mediados del siglo XX tres puestos de arropías, un «futbolín», tres tabernas, una pasamanería, un zapatero, la ermita convertida en parroquia, un sastre, y sobre todo muchos, muchos vecinos.

Poco antes, en 1930, sus casas estaban habitadas por:

Casa nº 39. Juan Romero, Concepción Pareja, Manuel Santacruz, Micaela Villalba, Antonio García, Rafael Cantreño, Ginés Montes, Isabel Lechía y Rafael Misa.

Casa nº 41. Mariano Lechía, Antonio Lozano y Antonia Muñoz

Casas nº 43-45. Carlos Gordillo, Carmen Navarro, Antonio Gordillo, Carmen Gordillo; Rafael Criado, Ángeles Alonso, José Criado, Ángeles Criado, Manuel Criado y otro Rafael Criado; José Vargas, Irene Fernández, José Salcedo, Ángeles Fernández, José Montoya, Dolores Caballero, otro José Montoya, Paula Montoya, Dolores Montoya, Enrique Montoya y Juana Montoya; José Navarro, Rafael Navarro, Concepción Navarro, y otro José Navarro; Francisco Nieto, Matilde Fernández, Rafael Nieto; Gumersindo Álvarez, Josefa Navarro, Manuel Álvarez, Rafael Álvarez, Concepción Álvarez; Dolores Gaitán, Manuel Rodríguez; Encarnación Alonso y Antonio del Rio.

Casa nº 47. La ermita, sin habitar.

Casa nº 49. Luis Climent, Josefa Roldán, Francisco Climent, Concepción Climent; Ildefonso Marín, Dolores Gutiérrez, Rafael Marín, Manuel Marín, Margarita Marín y Carmen Marín; Teresa Montero, Dolores Blanco, Mercedes Montero, Francisco Blanco; Antonio Muñoz, Francisca Barranco, Francisco Muñoz y Manuel Muñoz; Antonia Ariza, Antonio Pérez, Carmen López, Antonio Pérez, Rafael Pérez, Manuel Pérez, y José Pérez; Miguel Arjona, Fuensanta Lovera y Josefa Morales.

Casa nº 44. Rafael Moyano, Rafaela Iglesias, Eduardo Jiménez, María Jesús Fernández, Rosario Jiménez, otro Eduardo Jiménez, Concepción Jiménez, Francisco Jiménez y Rafael Jiménez; Dolores Rodríguez, Ángela Pérez, Concepción de la Rosa, Antonio Sánchez, Isabel Sánchez, Rafael Jerez, Josefa García, Dolores López, Manuel López y Antonio López.

Estos vecinos eran relativamente jóvenes, pues el de mayor edad era José Navarro Nieto, y tenía solamente 68 años. La más joven era Concepción Álvarez Navarro con 11 días. Casi todos pudieron presenciar la inauguración de la taberna «Bodegas Campos», que en 1931 era abierta al público por un joven Antonio Millán Blancas, de 26 años. A esta inauguración acudió gente importante; entre ellos vino desde la capital don Javier Barroso Sánchez Guerra, heredero de las sagas políticas cordobesas de Barroso y Castillo y Sánchez Guerra, y que fue presidente del Atlético de Madrid durante muchos años. Tenía una gran relación de amistad con el joven tabernero y su familia, y como ejemplo el 3 de noviembre de 1926 este Antonio Millán, con apenas 21 años, participó como padrino de boda de su hermano mayor Alfonso, siendo la madrina nada más y nada menos que doña Rosario Sánchez Guerra, madre de don Javier y viuda de don Antonio Barroso y Castillo, gobernador civil de Madrid. También acudió don José Molleja y don Rafael Patiño, encargado de la finca «Moratalla» donde disfrutaban de amenas cacerías.

Pero dejando atrás el abolengo descrito, esta taberna fue desde siempre lugar popular donde se encontraban los vecinos tras sus quehaceres. Todavía se recuerda aquel 18 de agosto de 1947, tristemente famoso por la explosión de Cádiz, cuando el amigo Antonio, para que los vecinos estuvieran enterados de las terribles noticias que iban llegando, colocó su aparato de radio en la ventana más cercana a la calle de los Frailes. Algo parecido ocurrió apenas diez días después con la cogida de «Manolete».

Antonio Millán tuvo siete hijos, cinco niños y dos niñas. A su muerte en 1961 se quedó con la taberna su tercer hijo, Alfonso Millán Gómez, que la remodeló escorando el mostrador a la derecha, ya asumiendo el nombre actual: «Casa Millán». Quizás fuese en torno a ese año el cénit de vida en la plaza, porque desde entonces se fue para abajo sin descanso año tras año, los vecinos se fueron yendo e iban cerrando la parroquia, los puestos de arropías, dos tabernas cercanas como «Casa Pepe» y «Casa Enrique», el «futbolín», las tiendas de comestibles, la pasamanería de Mari y la tienda de «Nani» que se ubicó allí después... Sólo sobrevivía «Casa Millán» con su fiel clientela de la Costanillas, Montero, Frailes y otras calles cercanas.

Alfonso murió en 2001 y se hizo cargo de la taberna la tercera generación, con sus dos hijos Antonio y Alfonso Millán Cuevas. Jóvenes y dinámicos, supieron añadir a su antigua clientela, que por desgracia iba disminuyendo, a otros jóvenes aficionados al fútbol sala, al Córdoba CF y a la Semana Santa, convirtiendo la taberna en una especie de Museo de las Cofradías. Otra cosa importante era que sus precios seguían siendo los más baratos del barrio.

También para la gente de otros barrios la taberna ha sido santo y seña en los Carnavales, que allí tenían su centro de gravedad. Y hay que destacar los motivos festivos por el día de Nochebuena, cuando toda persona que pasara por la puerta de la citada taberna, fuera en coche, en moto o andando, era invitada a su copa de coñac, anís o a cualquier mantecado.

Pero hace pocos días, hablando con Antonio Millán Cuevas, éste me contó algo sumamente triste: «Manolo, a principios de febrero nos tenemos que marchar de aquí, pues los dueños del edificio quieren derribar la casa de la taberna». Esta bella casa era llamada la «de las tres puertas» y fue construida en 1930, un año antes de la taberna. A Antonio le piden alrededor de 50 millones de pesetas para poder continuar con el local una vez sea levantado el nuevo edificio. Muy amargamente me siguió diciendo «... es que con la edad que tengo ya, de 51 años, y como están los negocios de las tabernas antiguas en estos barrios, no me puedo implicar en una hipoteca que me tenga la vida que me quede agarrado a ella».

De una forma u otra es lamentable que la única taberna de solera que queda, el único establecimiento de referencia de San Juan de Letrán, de sus tiempos antiguos, no pueda acogerse a alguna de las muchas ayudas que la Unión Europea destina, o pretende destinar, a ese concepto etéreo de la «España Vaciada», o para potenciar las zonas deprimidas de los barrios, como aquella «Iniciativa Urban» en la zona de la Ribera (aunque sus resultados no hayan sido del todo los esperados).

Pero eso sí, parece que hay dinero de sobra para que el gobierno mantenga televisiones y medios adictos con una ingente cantidad de cuñas publicitarias institucionales de descarado corte ideológico. Más vale que se empleara parte de ese dinero, que de media puede salir en diez mil euros por cuña, en solucionar problemas como el que se le presenta a «Casa Millán». Si no, de nuevo otra parte de nuestra Córdoba de siempre desaparecerá ante la piqueta.