Giuseppe
Giuseppe llegó a España en 1996 por amor. A una mujer, claro. Pero también su amor a España creció con los años. Los tipos como Giu - así lo llaman sus amigos y creo que yo me encuentro entre ellos- se hacen querer porque ellos aman sin ambages. Aman a sus esposas, a sus hijos, a su país - y Giu encima tiene dos- y aman a sus amigos. Por eso Giuseppe tiene tantos amigos y tantos selfies, y muchos de ellos los vimos ayer en el día de su despedida oficial como director general de Política Forestal y Biodiversidad de la Junta de Andalucía.
Cuesta trabajo creer que uno deja un puesto de esas características cuando además tu partido gobierna con una mayoría absolutamente rotunda. Uno piensa en algunas de esas vendettas (y no era esta la primera palabra en italiano que quería introducir aquí) tan propias de la política y de la vida en general donde los mediocres hacen mella. No ha sido el caso. Es difícil así mismo verlo con naturalidad porque la política está llena de supervivientes que no han defendido una nómina en su vida, salvo las de sus inicios en las juventudes pretorianas para pasar posteriormente a los cargos orgánicos de infantería y a las guerras púnicas de las listas electorales. Tampoco ha sido el caso. Giuseppe ha permanecido al margen de ello y se ha buscado siempre primero las habichuelas en el sector privado que es a donde vuelve a colocar el puchero.
Lo cual no quiere decir que no lo haya hecho bien en política y sobre todo en la administración, que no es lo mismo. De hecho ha vivido privilegios absolutos en ese sentido, junto a su amigo del alma José Antonio Nieto en el Ayuntamiento cordobés, como asesor cuando la tiesura enterista afectaba a las arcas municipales; también como asesor junto al mismo amigo del alma en su faceta de Secretario de Estado de Interior, comiéndose el golpe de Estado catalán que ahora Sánchez ha convertido en una gamberrada de instituto, y como delegado territorial de la improbable y milagrosa Primera Junta de Andalucía No Socialista. Ahí estuvo apagando fuegos. Literalmente.
Ahora se le notaba feliz, y así nos consta, en su nuevo cargo. La política forestal que ha iniciado el gobierno de Juanma Moreno promete mucho y promete bien. Y Giuseppe estaba implicado como solo sabe hacerlo él: hasta las trancas. Pero me cuentan que recibió una oferta que no ha podido rechazar, él que es siciliano y yo que he encontrado el chiste fácil. Y como a pesar de sus 52 añazos sigue siendo joven y dinámico, además de vestir unos vaqueros y una americana como solo los italianos saben hacerlo, ha decidido dar otro giro a su vida y emprender otra aventura. Fuera de la política solo hace frío para los cobardes y los mediocres. Giuseppe no es ni una cosa ni la otra y además es de Catania, que es como ser de nuestro Campo de la Verdad.
Y tiene toda la pinta que lo hace por amor a sus hijas, como todo lo que ha desempeñado nuestro señor Aloisio. Ese es el 'pensamiento catedral' que tanto defiende y que consiste en esperar que los frutos de la labor de hoy repercutan de forma positiva y bella en el futuro. Trabajó para dejarles una Córdoba mejor, una España más unida y una Andalucía más próspera. Y con una elegancia genética, no alimentada por el ego. La Junta pierde una gran profesional y una mejor persona, aunque la administración tiene equipo y del bueno para seguir trabajando.
Nosotros nos alegramos por él y le deseamos lo mejor. Y queremos agradecerle desde aquí el compromiso y la sincera amistad que ha mantenido con este periódico y con su plantilla. Abandono el plural no mayestático para enviarle un abrazo enorme y decirle que me debe un selfie ya en la vida civil, que es una costumbre tonta que tenemos para echar unas risas en cada evento serio y encorbatado en el que coincidimos.
Aunque Giuseppe Aloisio siempre va más elegante, por supuesto.