Hay cofrades ejemplares (la distinción que otorga la Agrupación de Cofradías) que, aunque no les hubieran otorgado el título, lo merecen per se; otros te dejan indiferente; y, alguno, sabes en tu fuero interno que no lo merecía. Juan Rodríguez está en la primera categoría, aunque nunca se lo hubieran concedido, lo merecía y es lo que dice el título, ‘Cofrade Ejemplar’.

Su trayectoria a lo largo de los años así lo demuestra. Y, más allá de su labor como capataz en varias cofradías o al frente de la hermandad de la Estrella, su personalidad despeja cualquier atisbo de duda.

Juan siempre ha sido un hombre sin dobleces (alguien que ha servido a su país como Caballero Legionario no se puede permitir otra actitud ante la vida), una cualidad que se agradece en una sociedad -de la que las cofradías no son ajenas- en la que cualquiera le busca a lo que dices, a lo que callas, a lo que haces y a lo que dejas de hacer el doble sentido.

Juan nunca ha sido así, al contrario, si te tiene que decir algo te lo dice y no es sutil, otro detalle que en el contexto actual hasta se agradece. Y, para colmo, le gustan las hermandades y ha dado la vida por ellas, por sus costaleros de la Huerta de la Reina y por los del Señor de la Caridad.

Y es que, como dijo a La Voz en su momento el que fuera hermano mayor de Pasión y compañero de armas de Juan, Manuel Díaz, «ojalá algún día pueda yo ser parecido a él, un tío valiente sin miedo a nada y que siempre va de frente».

Ese es Juan Rodríguez, Aguilar de segundo apellido como el pueblo que nos une en la devoción a Jesús Nazareno, una persona que va siempre de frente y que ahora, con todos los honores, es Cofrade Ejemplar.