Recorrer la provincia de Córdoba te permite muchas veces descubrir lugares nunca imaginados. De norte a sur, es posible disfrutar de paisajes, edificios religiosos, castillos, espacios para el disfrute de un viajero inquieto que suelen ser poco conocidos o están poco explotados turísticamente hablando.

Haciendo una ruta senderista por el Parque Natural de las Sierras de Cardeña y Montoro, he tenido la oportunidad de conocer un paraje singular en la aldea de Azuel, el Tejar. Es un sitio de esos que no pasan desapercibidos, porque su visita no te deja indiferente. Como su propio nombre indica, en el Tejar es posible encontrar hornos centenarios con altas chimeneas en los que se fabricaban precisamente tejas y elementos de barro para la fabricación de las casas, con unas construcciones que recuerdan bastante a la arquitectura de Gaudí. ¡Muy curioso!

Junto a estos hornos se extiende un amplio parque en el que se puede visitar algún chozo que muestra una recreación interna y externa fiel a ese habitáculo en el que vivían los pastores. También se puede admirar el paisaje desde un mirador, hay un anfiteatro en uso y una gran cantidad de esculturas elaboradas con materiales reciclados, la mayoría de latón y otros metales que se sitúan a lo largo de un camino que serpentea por la ladera justo a la entrada del pueblo. Gran parte de ellas representan a animales, siendo especialmente relevante la dedicada al cerdo ibérico que aprovecha la figura para rodearla de embutidos típicos de la zona y acompañarla de alguna poesía dedicada a la morcilla y de la que incluso se pueden leer los ingredientes con los que se elabora tan suculento manjar: En el pueblo de Azuel, / surgió la mejor morcilla, / con la grasa del cochino, / colgando de una guitilla (…) Cilantro en su corazón, / la morcilla azueleña,/ orégano, clavo y comino, / y en su sabor hierba buena…

El Tejar de AzuelLVC

Pero hay otros temas tratados como un jardín de la Literatura en el que se pueden encontrar las imágenes de Caperucita roja y el lobo o Don Quijote, incluso poesías de Machado que salpican alguna de las blancas paredes de las pequeñas construcciones. Y no podían faltar los asientos para los protagonistas, los habitantes de la población. Allí representados, con sus nombres, aparece su punto de reunión, un lugar de encuentro en el que entablar dilatadas tertulias y que es algo propio del mundo rural. Eso sí, espacios separados para hombres y mujeres, pues no comparten todos los mismos temas de conversación.

Pasear por los senderos de este sitio tan original ayuda a conocer un poco más de cerca la riqueza de una aldea que tiene mucho que enseñar en el aspecto sociocultural. Sin duda una excusa perfecta para disfrutar de la naturaleza y de la gastronomía al mismo tiempo que se realiza una visita que no dejará de sorprender a niños y adultos.