Que nadie tome esto en serio, porque apenas es broma inofensiva, pero qué zumbona es la política. En la banda izquierda, resulta que el PSOE despliega ímprobos esfuerzos para fortalecer a Yolanda Díaz y para trasegar viagra al proyecto electoral de la susodicha, como antaño lo hizo con el podemismo más rancio y cutre, por paralelas razones. Traducido: «por favor, amigos de la izquierda fetén, los que queréis quemar supermercados, soléis sembrar los parques de litronas estrelladas contra el suelo y sois la caña, votad por el progreso; os regalaremos una nueva remesa de videojuegos que podréis revender sin desembalar, para birras o mandanga. Sí, ya sabemos que os gustaban más las pintas del profeta, aquellas peroratas de barricada vallecana, y que la gallega, pobriña, va un pelín de Preysler low cost; pero no creáis, bajo esas gruesas capas de tinte y colorete, ella también odia a la gente que prospera, habla fino y huele bien. Confiad, colegas, que no hay timo.»

Total, que el sanedrín de astutos estrategas recomienda cambiar de acémila, para que la dirigencia socialista, suma que te sumarás, continúe cabalgando. Oficialmente, para seguir salvando a España, con ingente sacrificio personal. En el subtexto, para no alejarse del Rolex, la teta nutricia. Desde la mera observación objetiva, despepitándose por engordar una opción política que no es la suya (dígase lo que se diga, si hablamos de un sistema democrático, donde cada grupo aporte sus mejores propuestas, es una charlotada), dando ejemplo flagrante de pillería e indigencia ideológicas.

En la banda derecha, acaece todo lo contrario. Claro, es comprensible: la simetría sería un sindiós. Así que el PP, por boca del señor Feijóo, no hace sino rogarle al partido socialista que se fije en su talante, que acceda a tomarlo en serio, que se preste a verlo --a poco que libere un gramo de cariño-- como un compañero aceptable, que por favor repare en que acredita un perfil no poco acomodaticio en asuntos sustanciales, que ambos vienen compartiendo gustos, cuitas e intereses tangibles, que por qué no gobernar a dúo tras buscarle entre todos a don Pedro un retiro de relumbrón que no le pete rechazar, que él mismo, por la sagrada memoria de Rosalía de Castro, no es de confrontar, como la recia dama de Chamberí, o esa otra flaca sabihonda con deje argentino, menudas son, sino continuismo, amable guasa rajoyana, un no meterse en líos, y que por descontado comparte algo vital con los honorables hermanos progresistas, que es no poder ver a Vox, ese mal innombrable, ni en pintura.

En otras palabras, que todo lo que en Sánchez es estómago, boca ancha, cimbreo de esbelto junco y ecuménica capacidad de añadir, en el líder del PP se transmuta en melindres, aprensión al qué dirán, tirria al conservadurismo, mieditis a meterse en charcos, disimulo biempensante, amor desde pequeñito a la equidistancia, apego devoto a lo políticamente correcto. En suma, precaución, freno, profilaxis, aliño y chorritos de lejía contra la funesta manía de pensar. Tal vez se trate de un buen cálculo, una avispada lectura sociológica, el resultado del vaciado escultórico que han aplicado al pueblo español –en busca del siervo ideal-- nuestra parrilla televisiva, la molicie del turismo y los planes de enseñanza.

Francamente, si lo anterior no fuera un esperpento valleinclanesco, y estos fuesen los únicos jugadores disponibles para un partido que ventilase la honrilla patria, o algo que no fuese una fruslería, al elector con dos dedos de frente que, en un papel de entrenador, le tocase hacer la alineación, no habría quisque que le envidiara el trance.