Un caso insólito, o no
«Buscar culpables de poco sirve, porque aunque los haya -o no- no serán uno ni dos»
El fútbol es como la vida; el vestuario de cualquier club es como una cuadrilla de costaleros; y el rendimiento de un equipo como el de una empresa.
Cuando todo va bien es primavera, la brisa te acaricia la cara, el tiempo es templado, los titulares son buenos, el vestuario feliz y gana por inercia, la cuadrilla de costaleros anda casi sin necesidad del capataz y la empresa solo da beneficios. Hasta que un día, cualquiera puede ser, llega un viento sahariano y llega el verano, el calor insoportable, la irritabilidad, el aire acondicionado se estropea y el técnico está de vacaciones. El equipo comienza a perder, la cuadrilla hace levantás que duelen solo al verlas y en la empresa empiezan los despidos.
Eso es lo normal, lo insólito es que cuando las cosas van bien todo se enrarezca. Y algo así pudo pasar en el Córdoba CF en diciembre, cuando el equipo iba como un tiro (ya lo reconoció su director deportivo) hubo quien pidió salir.
Probablemente, no fue un solo jugador y la tormenta se desató en enero, acompañada de malos resultados, que pudieron no ser la consecuencia, pero casualidad que llegaron cuando todo se torció entonces.
Buscar culpables de poco sirve, porque aunque los haya -o no- no serán uno ni dos. Y, ni los tres o cuatro (y no solo a futbolistas se refiere), no habrá uno solo sobre el que recaiga la responsabilidad completa, la escala de grises siempre está ahí, aunque todo tienda siempre a simplificarse.
Las relaciones humanas es lo que tienen, que son complejas, una cuestión de piel, emociones y alguna clavada por la espalda, que siempre la hay y se te queda la cara de tonto (con acento en la ‘o’). Solo hay que aprender de los errores, mejorar y colgar o descolgar la llamada en el momento oportuno. Si te sale bien es como el gol que, al final, en esto del balompié lo cura todo.