Relatos en verdeRafael del Campo

El aborto, un católico y dos ventanas

I.- Don Miguel era católico y como tal quería comportarse. Para él, ser católico, tenía su importancia y, en cierta medida, esa condición impregnaba toda su vida. Ser católico, apuntaba Don Miguel, no era una religión. Sostener eso era, a su parecer, una memez. Por tanto, siempre que podía, pontificaba:

- Ser católico es una forma de vivir y una forma de explicar el mundo, la vida y la muerte.

Ahora, de ahí a que creyera a pie juntillas todo lo que decía la Iglesia mediaba un abismo porque él, aunque fuera de natural acompasado y pacífico, disciplinado y obediente, pensaba y, cuando pensaba, discrepaba de algunas cosas. Como es natural. Porque era crítico. Porque no era imbécil.

Su amigo, Don Basilio, le decía que esa actitud era causada por su mucha soberbia, defecto que muchos atribuían a Don Miguel. El, por su parte, discrepaba:

- Se cree en lo que se cree, no en lo que se quiere creer. La razón nos impide aceptar las cosas porque sí. Si Dios hubiera querido que no pensáramos, no nos habría dado ni la inteligencia, ni el entendimiento, ni la voluntad.

Pero Don Basilio era contumaz y contraatacaba:

- Creer es un acto de voluntad, amigo mío… Discrepar del magisterio de la Iglesia es soberbia. Es creerse Dios es, en suma…

Y ahí seguía cada uno con sus razones, enzarzándose en amistosas discusiones. La pena es que, a Don Basilio, como estaba tan gordo y con el colesterol, los triglicéridos y varias enzimas desatadas, le habían prohibido beber y claro, las tertulias, aderezadas a base de agua con gas, se tornaban pronto sosas y sin sentido . Por eso, a la nada, ambos se aburrían y se despedían muy corteses :

- Ea, hasta otro día.

- Con Dios, recuerdos a la familia…

Y cada uno tomaba su corrida y se iba a su casa, por la sombra si hacía calor, y por el sol si hacia frío…

II.- Pero aunque Don Miguel discrepara de la Iglesia en algunas de sus enseñanzas, mandatos y consejos, eso no quitaba que, en casi todas las cuestiones importantes, coincidiera con ella.

- ¿ Pero al cien por cien ?

- Sí, en muchas cuestiones, normalmente las más importantes, al cien por cien…o casi.

A veces, cuando hablaba consigo mismo, porque a Don Miguel le gustaba hablar solo, se decía:

- En todo hay grados y cada cosa tiene su importancia. Hay cosas en que se puede disentir, hay cosas que pueden relativizar y hay cosas que se pueden reinterpretar. Pero hay cosas que son tan evidentes…

Se calló un momento y luego se dijo:

- Por ejemplo en el aborto. En el aborto, es la Iglesia con su valentía la única que defiende la vida del nasciturus . Aquí no hay otra salida. Es la vida contra la muerte. No caben medias tintas. Si admitimos una ley de plazos hay que preguntarse : ¿ A partir de qué momento hay vida ? …Y si hubiera dudas, debería , por una elemental prudencia, impedir el aborto desde el primer momento, desde el instante de la concepción. El derecho a la vida es inmatizable.

III.- Don Miguel tenía un refugio donde se encontraba feliz: un ático, situado en las estribaciones de un pueblo costero. Allí se escapaba siempre que podía.

En el ático tenía una pequeña biblioteca con dos ventanas. Si se asomaba a la ventana que daba al sur, Don Miguel veía el cielo azul, confundido con el mar, también azul, y moteado a veces con salpicaduras de nubles blancas, a veces con el vuelo renuente de las gaviotas.

Otras veces, Don Miguel se asomaba a la ventana que daba al norte y, entonces, se tropezaba con la visión verde de las montañas, que iban trepando hacia las alturas, y con pétreos riscos que las coronaban y, en cuyos salientes, vigilaban las águilas el paso de la vida, el paso del tiempo.

Aquel día, refugiado en su pequeño paraíso, ojeando libros antiguos, silabeando poemas olvidados, dejando pasar el tiempo, con una abulia frontera con la melancolía, Don Miguel se acordó de las palabras de un político respecto del aborto :

- El aborto es una decisión de la mujer que solo se puede adoptar de acuerdo con la legislación…

Eso era una obviedad pero, en esa obviedad, subyacía una tolerancia ante el aborto ( no una mera comprensión ) y era un modo de asimilar al aborto con un derecho que existe si bien, como es lógico, ha de ejercerse conforme a la Ley.

Y a Don Miguel le dio un repullo porque a él le molestaba es que lo tomaran por gilipollas. Sí, por gilipollas. El podía aguantar casi todo, pero que lo engañaran en su misma cara lo encocoraba, la verdad. Sobre todo cuando adivinaba la razón del engaño. Y eso le pasaba desde hacía años con las posturas del Partido Popular y, muy especialmente, cuando hablaba del aborto. Sus dirigentes estaban casi siempre al hilo del pitón, sin dejarse ver, evitando definirse, no fuera que la progres que los votaban se molestaran y dejaran de hacerlo.

Don Miguel al que, como quedó dicho, le gustaba hablar solo, y al que además le gustaban las cosas claras, susurró:

- Los principios, Feijoo…¡ ay, los principios ! Pero es que, claro, a lo mejor los principios solo sirven para perder elecciones.

Todos estos pensamientos le hacían muy mala sangre. Así que siguió ojeando libros antiguos y silabeando viejos poemas:

Era un suspiro lánguido y sonoro

la voz del mar aquella tarde… El día,

no queriendo morir, con garras de oro

de los acantilados se prendía.

Al rato se levantó del sillón y echó un vistazo a través de la ventana: las gaviotas volaban en un cielo azul, melifluo, acomodaticio, indolente…. Luego recorrió la habitación en sentido inverso, y se asomó al amplio ventanal que daban al norte: una sierra magnífica y verde se ofrecía a su vista. Afinando el ojo, veía águilas vigilando el mundo desde los peñones.

Entonces pensó que la vida era como su habitación. Daba dos caminos, abría dos ventanas y ofrecía dos posibilidades antagonistas : luchar por lo que se cree…o no; querer cambiar el mundo ...o acomodarse a él; defender la vida…o preferir defender la muerte. Con bonitas palabras, sí, pero defender la muerte.

Tal vez, todo fuera más sencillo y mucho más simbólico: mirar por la ventana verde…o seguir mirando por la ventana azul.