La culpa fue de Walt DisneyBlas Jesús Muñoz

La guerra civil de Vox

Actualizada 05:00

Los últimos años han plasmado lo que se ha convenido en denominar ‘nueva política’, que a la postre no es más que lo mismo de antes, pero con más partidos, redes sociales, menos preparación y un público más fanático (polarizado, si queremos tirar de eufemismo).

Ese ha sido el caldo de cultivo perfecto para contemplar ascensiones meteóricas de formaciones y líderes, y caídas igualmente meteóricas. El penúltimo caso paradigmático ha sido el de Ciudadanos, donde las últimas primarias s libraron por capitanear los restos del naufragio, con un toque casi de romanticismo literario.

Vox podría encarnar a la siguiente víctima, aunque aun quedan dos procesos electorales para demostrarlo. Si bien, al margen de los efectos nacionales del ‘macarenazo’, en Córdoba la crisis interna del partido se ha golpeado de bruces con la realidad.

Con amagos en la provincia (como el caso de Lucena), en la capital resulta más evidente. Tras la decisión (impuesta desde Madrid) de la candidata a la Alcaldía de la capital ha desencadenado una cascada de dimisiones, que este miércoles dejaba una paradigmática, la del presidente provincial, Alejandro Hernández.

Su marcha parece confirmar lo que ya se sabía y contaban fuentes cercanas al caso, que no era otra cosa que la ‘guerra civil’ entre el dimiso y el diputado nacional, José Ramírez. Este último ganó la partida de las municipales y la candidata elegida -desde Madrid- era la suya. A partir de ahí, la sucesión de hechos parece una escenificación del seppuku japonés, el suicidio por deshonor.

De hecho, la decisión de poner a una candidata desconocida para el gran público ya auguraba que si las encuestas eran discretas para Vox, ahora puede que empeoren. Que la candidata en su presentación a los medios animara a los cordobeses a ir a Murcia, tampoco era una puesta de largo con estampa cordobesa y más inane que otra cosa. Que el coordinador local se marchase y dijera a este que les escribe que la conocía poco es, más que sintomático, esclarecedor.

Y, a todo esto, los rivales políticos siguen a lo suyo y apenas tendrán que esforzarse con Vox, porque ya parece un enemigo menos o, directamente, no se antoja contrincante. Por ejemplo, el PSOE lleva tres meses haciendo su particular campaña con Antonio Hurtado (al que en Córdoba se le conocía bastante más que a la candidata de Vox y conoce los vericuetos de Capitulares mejor que la mayoría).

La maquinaria socialista está engrasada, mientras que la del PP tampoco le anda a la zaga, puesto que tienen a un candidato que es el más conocido, puesto que es el alcalde mismo, así que buena parte del trabajo está hecho. Y, hasta la confluencia de IU y Podemos, parece tenerlo más claro que Vox, que momentáneamente no tiene presidente, más despedidas que bienvenidas, el posible tramo final de una guerra civil y, eso sí, a una candidata que nos mandó a Murcia para el acto de presentación de los candidatos de las capitales a las municipales y, de camino, se hizo fotos con varios líderes nacionales. No haría mucha marca Córdoba, pero en Instagram seguro que subieron el número de seguidores.

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