El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Van con retraso

«Ahora comprendo las razones por las que en estas vísperas del 8M está el clima más tranquilo que en años anteriores»

Otros años, a estas alturas del calendario, cualquiera, hasta ellos mismos, estaría ya hasta las narices de los prolegómenos del 8M. Sus promotores comenzaban, recordarán, a calentar el ambiente con semanas de antelación, convirtiendo en un mes lo que en cualquier otro sitio no es más que la celebración de un día. Uno solo.

Estas vísperas eran de una densidad abrumadora y todo se relacionaba con el 8M. No sólo los partidos, sino también los sindicatos -faltaría más- y esos colectivos de todo tipo con nombres grandilocuentes que pontifican de todo menos de sus fuentes de financiación y su número de afiliados. Pero están ahí, en la puerta del Ayuntamiento, un día con un cartel y mañana con otro, celebrando un 8M que es como un cajón de sastre en el que caben todas las reivindicaciones posibles, porque todo tiene su visión transversal feminista, desde el ecologismo hasta el animalismo.

Manifestación del 8MGTRES

Además, la uniformidad de pensamiento la llevan también a la indumentaria y las prendas de color morado -bufandas, pañuelos o ‘saquitos’, da igual- son las que más se llevan en estas vísperas del 8M. Un año, una funcionaria municipal cargada de trienios y de la que dudo que alguna vez haya votado a la derecha, al ver este despliegue morado preguntó no sin sorna si iban a ver al Rescatado. Claro, era primer viernes de marzo.

El climax del 8M se alcanzó en 2018, el año de la manifestación más multitudinaria que se recuerda en este día. Toda la artillería ideológica se desplegó aquel año para hacer del feminismo algo más que una bandera. Fue el año de la cosificación de las mujeres y la enajenación llegó a tal grado que en una rueda de prensa se llegó a condenar con venablos la depilación o el maquillaje porque cosificaba a las mujeres. Aquellas que lo escucharon en directo y, además, iban maquilladas se miraron entre sí con cierta guasa y con cara de que aquella reivindicación tan fuera de lugar no iba precisamente con ellas.

¿Por qué en 2018 ocurrió todo esto? Porque Mariano Rajoy era el presidente del Gobierno, simplemente. La llegada de Pedro Sánchez puso sordina a las reivindicaciones leoninas del 8M y distrajeron al personal con bagatelas hasta que llegó la ley del sí es sí y el Gobierno de la nación pasó de darse patadas debajo de la mesa a ponerse en público como un ropón. Esta ley de «efectos indeseados» pero anunciados previamente hasta la extenuación ha sacado a flote las miserias de las dos formaciones que se sientan en el Consejo de Ministros y, lo que es peor, ambas partes han dejado a las mujeres desamparadas y más vulnerables que con la ley anterior. ¿Feminismo?

Ahora comprendo las razones por las que en estas vísperas del 8M está el clima más tranquilo que en años anteriores y partidos, sindicatos y ese enjambre de colectivos feministas que calla ante la excarcelación de violadores está esperando a ver cómo se resuelve la cuestión para apuntarse al bando ganador, aunque a unos y a otros nadie les quitará de sus conciencias el enorme peso de este silencio canalla ante la reducción de condenas a los agresores sexuales.