¡Tenemos torero, amigo Rafael Sánchez!
«No se podía torear con la muleta con más lentitud y andar delante del toro con más elegancia y dominio, además de manejar el capote con la planta de un cartel»
Querido Rafael:
Supongo que ahí arriba en el cielo te habrás enterado de la gran actuación de este joven novillero de Santa Marina. El día de su triunfo el pasado 28 de febrero en la plaza de Linares me acordé mucho de ti, de tu ilusión por verlo torear con caballos, que por desgracia no pudiste cumplir.
Bien sabías que el muchacho no se andaría por las ramas: “Soy de Córdoba y me gustaría parecerme a Manolete". Estas fueron sus palabras dentro de la presentación que hizo la empresa organizadora con los novilleros que iban actuar en el festejo.
Los periódicos en su crónicas fueron entusiastas: «Manuel Román toca el cielo», «Impacta en su debut en Linares», «Enorme éxito con corte de cuatro orejas y salida a hombros»…
A pesar de que todavía lo conocías poco, siempre creíste en la categoría y el arte de este muchacho. La intuición de tu sabiduría taurina no te falló. Algunos datos personales del muchacho te los facilité gracias a la gentileza de Mari Carmen González, la hija menor de «Pepe el Habanero». Así supimos que Manuel Román Álvarez, el «Chico de la Lagunilla», estaba de colegial en el entrañable Colegio Jesús Nazareno, ubicado en el castizo barrio de San Agustín, donde también estudia un hermano menor llamado Curro, gran aficionado también. Hace poco Manuel ha terminado la ESO.
Nació en la calle Mayor de Santa Marina, en la casa que hace esquina con la plaza de la Lagunilla, casi enfrente de la vivienda en donde pasó la mayor parte de su juventud Manuel Rodríguez Sánchez 'Manolete'.
Recordé que me dijiste que en el solar de esa esquina debió estar la casa donde vivió Rosario Cívico Villegas (1842-1901), la popular tabernera de la taberna La Cosaria, punto de reunión de los piconeros del barrio. Esta mujer se casó a los 19 años con Francisco Muñoz Moreno el día 26 de diciembre de 1861, pero a los seis años se quedó viuda y tuvo que ponerse a trabajar en la taberna que tenía enfrente de su casa, en la misma calle Mayor de Santa Marina haciendo esquina con la calle Cepas. Era todo un acontecimiento en el barrio por su enorme belleza, que aún hoy se recuerda. Al poco tiempo la taberna fue adquirida por Antonio Díaz Vega, que se quedó prendado de ella y terminaron por casarse a primeros de enero de 1881. A esta boda asistieron muchos clientes de la taberna, y aunque no está confirmado del todo, probablemente hasta el gran Rafael Molina Sánchez 'Lagartijo', asiduo a esta taberna cuando no estaba de temporada.
A esta taberna, me dijiste, solían acudir muchos maletillas para pedir ayuda a 'Lagartijo', pero que éste siempre les hablaba claro: «Contad con mi ayuda, que la tendréis, pero esto del toro es una cosa muy seria, y para ser torero hay que nacer con esa clase y ese estilo al que los entendidos llaman «arte» y si no, suplidlo en una lucha titánica de tú a tú con el toro, exponiendo mucho la vida, y para eso hay que tener mucho valor».
Volviendo al joven novillero, Manuel Román lidió el pasado año 43 novilladas en España y Francia. Además de cortar 69 orejas y 7 rabos, el cordobés, de tan solo 17 años, contaba con el bagaje de haber lidiado erales en plazas de primera categoría como Sevilla, Bilbao, Valencia, Dax, Mont de Marsan o Bayona, siendo el triunfador de muchas de estas ferias. Y dio la campanada en el festejo taurino televisado con novillos sin picadores que se celebró el pasado día 24 de septiembre en Santisteban del Puerto, donde la crítica especializada empezó a poner los ojos en él: «Aquí hay un torero de esos que nacen cada un montón de años». No se podía torear con la muleta con más lentitud y andar delante del toro con más elegancia y dominio, además de manejar el capote con la planta de un cartel. Estabas seguro de que tu antiguos amigos de la «Peña el Siete» de Madrid, con toda su exigencia taurina, le habrían dado el 'placet'.
Román ha comentado en la prensa, en el ABC, que su padre es un gran aficionado que siempre le ha ayudado, que admiraba la «pureza» en el toreo, que se pasa miedo, por supuesto, y que la primera vez que se puso delante de un animal bravo fue en una Comunión cuya celebración tuvo lugar en la Hacienda de «El Cordobés». Y por ello no eludió su comentario sobre el V Califa, del que dijo que admiraba mucho, y que era un «genio» que le había dado sabios consejos. Mostraba también en todo momento su agradecimiento al maestro «Chiquilín» que le había ayudado mucho durante su estancia en la Escuela del Circulo Taurino de Córdoba.
Un viejo aficionado a los toros, tomando unas copas en Casa Millán me comentó el otro día: "Que después de Manolete en Córdoba ha habido muy grandes y buenos toreros, pero lo de este chaval, por lo que se ve y se intuye, puede ser muy distinto”. Y volví a recordar tus sabios comentarios sin desperdicio sobre la «visión» del toreo de Manuel Cano «El Pireo». y la elegancia y el quehacer estilizado del mejor «Finito de Córdoba», que tu decías veías en este joven novillero. «Lo que hace falta a este joven -me dijiste-, es que tenga suerte en las personas que orienten su carrera, que no intenten interferir en su estilo o forma de torear, porque eso es una cosa innata en él, y ahí es donde reside su arte. Lo demás es buscar un toreo comercial. Una faena con arte se recuerda toda la vida».
Amigo Rafael, termino, quiero confirmarte que Román va por todos los sitios pregonando ese cordobesismo que tú tanto valorabas: «Me siento orgulloso de mi ciudad que es Córdoba, que quiera y desee un torero que pueda ser yo... Me motiva mucho y sueño con ello. Es un reto que me he propuesto y estoy ilusionado por ello». Rafael, ¡hay torero!