El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Papeletas de sitio

«Son aquellos que saben o intuyen de la dureza de una estación de penitencia enfundado en una túnica y prefieren buscar en el cortejo un hueco más relajado»

Al igual que en otros órdenes de la vida, en las hermandades nada volverá a ser igual tras la pandemia del coronavirus. Ese parón de hace tres años no sólo supuso la suspensión en seco de una Semana Santa a unos días de su inicio y con todo preparado, sino que también implantó una nueva óptica.

Como es mas que sabido, este tiempo para olvidar ha dejado también sus fruto. El primero de ellos, recordarán, fueron las denominadas veneraciones, que tanta aceptación tuvieron desde el primer momento y que, como diría un cursi, «han venido para quedarse». Otra consecuencia con la que nadie contaba es el aumento de la espiritualidad en la población, algo que ya se pudo percibir en la Semana Santa del pasado año, que fue la primera tras las restricciones, y prohibiciones, de las dos anteriores.

Nazarenos de la Hermandad de la Esperanza en el interior de la Catedral de CórdobaEFE

Lo que hace un año no pasaba de ser una mera intuición, este año pasa a ser una certeza con el respaldo incuestionable de los datos, como tiene que ser. Durante las semanas que ha durado el reparto de túnicas era frecuente el comentario de que se notaba un incremento en el número de hermanos que querían salir en la procesión. En unos casos no pasaba de ser un leve aumento y en otros se llegaron a agotar las túnica a repartir, como ha ocurrido en la hermandad del Cristo de Gracia y en alguna otra más.

Terminado este ciclo, algunas hermandades, dentro de un saludable ejercicio de transparencia, han hecho públicas las cifras finales de las papeletas de sitio repartidas para la procesión de este año, donde se aprecia que esa subida de nazarenos que se había percibido era una realidad. Las redes sociales son testigo de este verificación que nos anuncia para este año una Semana Santa con unos cortejos más nutridos, que anuncian la llegada de un nuevo tiempo en el que, ojalá, el sufrido nazareno vuelva a ser el protagonista de la procesión.

Pero ese ejercicio de transparencia tiene, por contra, otra información añadida que nos marca el camino por el que transitan las hermandades hacia el futuro. Por una parte está la cifra de nazarenos con cirio, los de toda la vida. Este número es el más alto de todos, pero si se suma el resto se advierte con claridad que hay otros cometidos en el cortejo que paulatinamente ganan terreno y que, sin dudar de la necesidad de muchos de ellos, no hay que ser un lince de Sierra Morena para comprobar que ahí se pueden estar encubriendo muchos desertores del capirotes. Son aquellos que saben o intuyen de la dureza de una estación de penitencia enfundado en una túnica o una dalmática y prefieren buscar en el cortejo un hueco más relajado.

Aunque la cifra de papeletas de sitio crezca mucho o poco a partir de ahora no hay que dejarse engañar. Hay que separar el grano de la paja y fijarse solamente en los que van con capirote, que son quienes realmente hacen estación de penitencia, que es lo que de verdad importa.