Todo tiene fecha de caducidad. La vida son etapas y, siguiendo el tópico, cuando se cierra una se abre otra. Esto pasaba este jueves en el salón de plenos del Ayuntamiento. La sesión extraordinaria suponía la penúltima vez para muchos de los concejales que ahora ocupan un sillón en capitulares y que, a partir del 16 de junio, ya no estarán allí.

Entre ellos, con la marcha de uno en concreto se pierde una forma de hacer política que -más allá de las coincidencias y divergencias- seguramente se eche de menos. Pedro García no seguirá, no va en la lista de la confluencia en la que participa Izquierda Unida y, después de mucho más de una década, en el próximo mandato ya no retumbarán sus discursos incendiarios y las comparecencias donde cuesta elegir titular, porque siempre ha dado muchos.

Y lo ha hecho formando parte del gobierno y en la oposición. Aunque, cuando fue primer teniente de alcalde, dejó momentos impagables. García y yo, probablemente, no coincidamos en un solo postulado ideológico, pero consiguió que la política me entretuviera y me estimulara para rebatir cada uno de sus argumentos.

Pedro GarcíaJesús D. Caparrós

Recuerdo lo que le costó firmar el decreto de retirada de la celosía, por donde ahora entran las cofradías a la Catedral (la campaña de los bolígrafos de Joaquín de Velasco) y lo poco que me costó firmar tanta pieza incendiaria contra esa demora.

Pero en todo aquello nunca hubo nada personal, ningún susurro en un pasillo, ningún mensaje de Whatsapp, nada que nos hiciera sentir incómodos. Era política y lo mío una pequeña parte del escenario. Tener las cosas claras siempre es lo mejor y lo más sano.

Ayer, Perico celebró su último baile, en dos tandas de diez y cinco minutos en el debate sobre el estado de la ciudad y su discurso, en la forma, fue brillante. Natural, desenfadado, incisivo y divertido. Aunó los requisitos de un adiós a la altura del personaje que él mismo creó y que ha marcado parte de la actualidad política de Córdoba durante los últimos años. Antes de irse del pleno nos dimos un abrazo (tal vez, por los viejos tiempos) y lo felicité por su intervención, entre risas me dijo «pues a ver si lo escribes». Pues aquí lo tienes.