El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Una de aromas

Si nos fijamos un poco, en Córdoba se puede elaborar todo un catálogo de aromas que se puede promocionar sin problema hasta en Fitur

Córdoba es una ciudad de olores perfectamente ordenandos por lugares y por el calendario. Hasta ahora no se había aprovechado este potencial olfativo que, bien mirado, puede dar mucho de sí, porque la ciudad sólo espera a que se sepa disfrutar de los aromas que encierra y que muchas veces, y a muchos, pasan desapercibidos.

Quienes primero se han dado cuenta de este atractivo inédito han sido tanto el Cabildo Catedral como la Diócesis con la puesta en marcha de la iniciativa ‘Aromas del Cristianos’. Y digo puesta en marcha porque estoy convencido de que la experiencia de este pasado viernes no va a ser algo aislado sino que tiene toda la pinta de que va a tener continuidad en el futuro, ya que una vez descubierto el filón no hay más que seguir explotándolo.

Paso de la Virgen de la Merced este Lunes SantoJesús D. Caparrós

Con ‘Aromas del Cristianismo’ se ha dado carta de naturaleza a lo que hasta ahora se conocía superficialmente, de pasada, pero no se le valoraba en su justa medida. Efectivamente todo el mundo sabe que una iglesia huele a flores, incienso y cera pero nunca se le ha dado la importancia que tendría en otras latitudes, donde rápidamente lo habrían convertido en objeto de lujo.

La Córdoba del otoño huele a las primeras lluvias, a tierra mojada, a eso que se denomina con una palabra tan horrorosa como es petricor. Cuando había jardines y no praderas de césped, el arrayán ponía de su parte, lo mismo que cuando en los jardines públicos había rosales y alhelíes. Y el azahar.

Las leyes sobre la quema de rastrojos han eliminado el olor dulzón que, según el viento, llegaba de la Campiña en los interminables atardeceres de verano y el invierno tenía ese golpe de nariz característico al entrar en una casa antigua, de gruesos muros y verdina en el patio.

Efectivamente, los olores de las Cruces de Mayo a orín y vomitona, ni los de la Feria de la Salud son de lo más atrayente, con la mezcla de la fritanga y el gofre, pero son el preludio de lo que días después llegará, anunciado con el chillido de los vencejos, en la floración de las magnolias, y el romero y la juncia pisada en la tarde del Corpus Christi.

Si nos fijamos un poco, en Córdoba se puede elaborar todo un catálogo de aromas que se puede promocionar sin problema hasta en Fitur. Es éste el tesoro que la ciudad acaba de descubrir y cuyo primer paso ha sido ‘Aromas del Cristianismo’. Las 60 plazas disponibles han sabido a poco y no han cubierto, ni por asomo, la demanda existente. Ahora, por tanto, y visto el éxito, sólo queda seguir por el camino abierto y que los olores de calidad que atesora Córdoba pronto sean un patrimonio más del que presumir.