Córdoba sempiterna
«Solamente hay que recrearse, mirar y admirar sus encantos en prolongados paseos que simulan detener el tiempo»
Córdoba no necesita adornos y aún así, cuando llega mayo, se engalana para vivir su mes más genuino y auténtico, la explosión festiva por antonomasia. Las plazas y los patios ya se han revestido de las flores más bonitas, los balcones se van ornamentando y las rejas rebosan alegría con los nuevos brotes de la primavera. La mejor composición de color ya ha emergido como si se tratara de un estallido luminoso entre piedras y paredes blancas.
Las cruces de mayo inundan estos días la ciudad, una fiesta religiosa que hunde sus raíces en el siglo IV bajo la iniciativa del emperador Constantino cuando determina conmemorar el hallazgo de la Santa Cruz que hiciera su madre, Santa Elena. Cruces clásicas cubiertas de claveles rojos o blancos, algunas que mezclan ambos, otras con diferentes variedades florales, todas igual de hermosas para realzar los rincones más insospechados.
Pero Córdoba está henchida de belleza cada una de las jornadas que se suceden en el calendario. Solamente hay que recrearse, mirar y admirar sus encantos en prolongados paseos que simulan detener el tiempo. Hay que acercarse a gozar con las vistas que ofrece el mirador del patio de San Eulogio y disfrutar de una panorámica espectacular del Triunfo de San Rafael que a un paso de la Puerta del Puente otea la Calahorra como continuación de la estela que deja el Puente Romano. Ahí se puede evocar a Góngora en sus versos «Oh gran río, gran rey de Andalucía»; o a Lorca en su poema a San Rafael «un solo pez en el agua / que a las dos Córdobas junta: / Blanda Córdoba de juncos. / Córdoba de arquitectura».
Hay que deleitarse en una visita a la Mezquita Catedral de día o de noche, con bulla o tranquilidad, en invierno o verano, en una fecha cualquiera o señalada. Y así dilatar cada uno de los momentos que resultan únicos en una ciudad sin fin. Seguro que un buen puñado de ángulos te esperan para ser descubiertos. Porque Córdoba no se acaba, no tiene límites. Desde sus majestuosos monumentos a la placita más solitaria o a una recóndita calle de la Axerquía, va desvelando sus secretos más ancestrales unidos a los modernos.
Vive cada instante en esta ciudad eterna. Quizá mayo sea un buen momento, pero no dejes de hacerlo cada vez que tengas la oportunidad porque está ahí esperando a mostrarte sus mejores estampas.