Ayer el decano de Colegio de Abogados de Córdoba explotó y llamó a las cosas por su nombre hasta cierto punto, porque el propio colegio ha caído en la trampa inclusiva del idioma correcto y ahora es Colegio de la Abogacía. Cuando rendimos el fuerte a los indios, sobre todo el de la gramática, todo puede pasar.

Que le prohíba el Supremo en su día a los abogados «un amago de huelga» en el año 96 porque no se debían suspender los juicios y que ahora los funcionarios y los jueces y fiscales anden con las suyas, con el sangrante retraso de los procedimientos judiciales como principal consecuencia, resulta una manera poco elegante de trato a todos los juristas, sean estos funcionarios, jueces o letrados en busca de causas. Estos últimos sin pleitos no comen. Los otros, aunque estén en su derecho de pedir mejoras salariales, de más medios o más días de asuntos propios, mantienen el tipo a fin de mes. Con creces, en algunos casos.

Es el doble rasero que ha denunciado el señor Arias porque no todos pueden concurrir en igualdad de condiciones a la hora de defender sus derechos. Que eso ocurra en el ámbito de la justicia podría ser de chiste, pero es tan triste como injusto, valga la redundancia que es casi oxímoron.

El doble rasero es costumbre generalizada en España. Sin ir más lejos, si todo esto estuviese ocurriendo con otro gobierno, el papel digital de este artículo ya habría ardido junto con varios contenedores. Pero hay un silencio moderado, una rabia contenida y unos medios de comunicación más pendientes de Doñana que de la sequía de la justicia. Y después está lo de la Obregón, que nos tiene sin vivir.

Un doble rasero que llevamos en lo privado, en lo personal y familiar y en lo laboral en otros sectores, metámonos todos y sálvese el que pueda. Por eso no es de extrañar que el decano hable de una vara de medir distinta según y para qué. Así está montado esto, lamentablemente. Se empieza mirando la paja en el ojo ajeno y acabamos cómodamente sentados sobre la viga propia.

Ocurre que en este caso los que acaban pagando la situación son los que siempre lo pagan todo. También usted, aunque no sea abogado ni haya visto una toga ni de refilón.

Y por cierto, en breve le estarán pidiendo un voto. De confianza.