De comienzo en comienzoElena Murillo

Adiós a un enamorado del cine

Actualizada 05:00

Su luz se apagó, como sucede cuando la pantalla va a negro al final de una película y sólo faltan por aparecer los créditos, esa lista interminable de nombres en la que se incluyen todas las personas, marcas, entidades…, que han participado en ella. Muchos han lamentado su muerte porque, ciertamente, la cultura queda huérfana sin su presencia. Córdoba ha perdido a un romántico del mundo del cine, una persona que tuvo la generosidad de difundir y compartir su pasión con toda la ciudad.

Martín Cañuelo devolvió a los cordobeses, bajo la marca Esplendor Cinemas, los cines de verano. No atravesaban estos espacios su mejor momento y durante más de un cuarto de siglo él fue configurando su esencia dotándolos de un sello propio. Un signo de nuestra idiosincrasia que puede presumir de contar con una tradición centenaria, unos patios que son un lugar de encuentro y un modo de vida para hacer posible el disfrute en las calurosas noches de los meses estivales, sienten el desamparo ante el vacío que deja la ausencia del que fue su alma. Ha sido este un final inesperado en el filme de su vida; un desenlace de los que conmueven y dejan estupefacto a un espectador que ya no lo encontrará tras la taquilla del cine Fuenseca con una sonrisa tímida y al mismo tiempo bonachona que iluminaba su cara a la vez que le daba la bienvenida a su casa.

Hoy hay un pueblo que llora a un cinéfilo que fue configurando la historia de su existencia entre carteleras y a través de un buen conjunto de sus escenas predilectas, extraídas de los grandes clásicos que se complacía en proyectar cuando se aproximaba el final de cada temporada. Quizá el mejor tributo para su despedida hayan sido las propuestas culturales que se estaban desarrollando este fin de semana en los cines Delicias, Olimpia y Fuenseca: el I Festival de las Flores, la Cruz de mayo de la Hermandad de la Esperanza y el Jardín Alhambra. Recintos versátiles cuyo mantenimiento será la mejor forma de honrar la memoria de alguien que un día, no sin esfuerzo, se entregó por completo a ellos.

Mi admiración por su saber estar y por su ejemplo de discreción me llevaron a dedicarle unas líneas en este mismo medio cuando no se resistió a llevar a cabo iniciativas incluso en el recordado verano de 2020, en un momento en que nuestras vidas, marcadas por la pandemia, habían sido sometidas a un cambio de ritmo.

Descansa en paz, Martín. Tu memoria seguirá viva en las calurosas noches de cine.

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