Como lo prometido es deuda, o al menos para mi generación así se concibe, pretendo bucear este fin de semana previo a la celebración de las elecciones municipales, en el análisis siquiera somero y no exento de alguna dosis de humor, que espero no sea mal interpretada, del elenco de principales candidatos a la Alcaldía de nuestra ciudad.

No pretendo con ello influir en nada ni en nadie, pues más allá de que si me gustase el baile seguiría con Bellido, si prefiriese lo desconocido, lo de «Hacemos» me parece un slogan aceptable, si estuviese cabreado no tengo duda de que Hurtado colmaría mis expectativas, y si tuviera que pedir un crédito para mi familia, Yolanda Almagro me resultaría la opción más fiable.

Tuve el valor, porque a eso hay que llamarlo por su nombre, de tragarme el debate de los candidatos el pasado martes. En un formato tan cateto como horroroso, los cinco aspirantes frente a un atril, con dos moderadoras a cual más nerviosa, abriendo bloques de preguntas tan genéricos como absurdos, con apenas un minuto para responder temas tan delicados que requerirían de una hora ( a más de uno le quitaban la palabra cuando veías que estaba en lo más interesante de su discurso), el debate, por llamarlo de alguna manera, sirvió poco más que de presentación de los alcaldables, que dicho sea de paso comparecieron, todos ellos y ella, bastante aseados , con buen aspecto y jovialidad, a salvo esto último mi paisano Antonio Hurtado quien, impertérrito y cuasi momificado, con una puesta en escena excesivamente seria, recurría una y otra vez a la que llamaba la «ciudad del mañana» y que, por mor de la estructura programada, no consiguió explicar en qué consistía, por mucho que la mencionara constantemente.

Porque si esa ciudad a la que aspira es una ciudad que busca el progreso, el empleo, la vivienda, la lucha contra el cambio climático, una ciudad feminista con planes de igualdad ( habría que preguntarle si del feminismo de las niñas de «El resplandor» o el de Carmen Calvo) y una ciudad accesible para los mayores, una ciudad del deporte y la cultura, eso mismo dijeron el resto de candidatos. Todos ellos y en el mismo sentido, salvo Yolanda Almagro, que inteligentemente, ni se refirió a lo de la ciudad feminista ni a la de la memoria democrática, algo que, por cierto me quedé con ganas de saber en qué consiste más allá de la soflama propagandística de la expresión.

Conozco a Antonio Hurtado desde el Instituto de Aguilar de la Frontera. Les aseguro que es un tipo genial. Con sus luces y sus sombras, como todos ( que se atreva alguien a tirar la primera piedra). Pero honesto y leal como nadie. Una apuesta segura, que sin embargo deja muchas incógnitas por descifrar, pues no por mucho madrugar amanece más temprano si no tienes un equipo capaz de cambiar realmente esta concepción del municipalismo como la tercera división de la política.

Su logro será crear las bases de una oposición seria, capaz de demostrar a los cordobeses que sus ideas merecen la pena y son dignas de un futuro responsable.

El Sr. Lupiáñez me pareció una persona educada y correcta, un socio leal y eficaz para cogobernar a izquierda y derecha, como corresponde a su condición. Sin aspavientos. Tal vez algo tímido, pero no por ello merecedor de una crítica malsana más allá de lo que demuestre en el futuro.

En cuanto al Sr. Hidalgo, reconozco abiertamente que me sorprendió ese talante moderado en el discurso, y esa visión actual de los problemas de Córdoba. Pero claro está, cuando la solución pasa por poner de acuerdo a más de trescientos colectivos, el caos está servido.

Me contaba un amigo íntimo del PCE, que si metías cuatro comunistas en un taxi para un trayecto de más de diez minutos, al bajarse existían tres facciones. Y ese es el gran reto de la izquierda. Porque la participación ciudadana no puede convertirse en una asamblea constante de dimes y diretes, que siempre acaba buscando como solución grabar con más impuestos a los ciudadanos.

Ojalá la izquierda buscara otras soluciones.

Y me queda la derecha, empezando por nuestro actual regidor, que como en el baile de la Yenca, cada vez que tomaba la palabra iba de izquierda a derecha como si de un toc se tratara, obviando evidentemente el adelante y atrás por la imagen que daría en la pantalla.

El poder impregna a quien lo ostenta de cierta seriedad y sentido responsable. No quiero con ello expresar que hay más apariencia que fondo. Pero Córdoba no puede quedarse en el Centro logístico de Defensa, en una agenda pública sin funcionarios para gestionarla, en la promesa de las placas solares para el casco histórico, o en una política de viviendas acorde a los intereses de las promotoras.

Y dejo para el final a la única chica en el debate.

Ví en Yolanda Almagro una persona cercana, con una empatía impropia del ámbito bancario de donde proviene. Y sinceramente, su salto a la política me ha sorprendido.

Bisoña en las lides del municipalismo, y sin duda de los debates ( cada dos por tres la cortaban por sobrepasar el tiempo), mostró sin embargo un discurso coherente y cercano a la ciudadanía, eludiendo algunas consignas casposas de su formación política. Preocupada de las familias, de los barrios desfavorecidos, y defensora de la marca «Córdoba», me pareció, como por otra parte todo político que se estrena, una persona abiertamente positiva. Un seguro, Sr. Bellido, para acompañarle y aconsejarle más allá de sus acólitos, en esta nueva singladura.

Y es que Córdoba, y esto va para todos, es mucho más. Hay que potenciar el acervo cultural de la ciudad, buscar un turismo acorde a nuestra idiosincrasia, donde hasta el calor sea atractivo, siquiera para pasear la ciudad de madrugada. Rejas de sombra, abanicos de flores, reflejo de la luna en las paredes blanqueadas. Juego de las luces, sombras de los arcos de la Mezquita Catedral, ciudad de encuentro y reflexión; base de un futuro mejor para todos.

Esa es la Córdoba que sin duda todos queremos. No es tan difícil conseguirla.

PDA: Bajo tus alas protégenos, San Rafael.