La decadencia es algo que se observa mejor con la perspectiva que da el tiempo, pero cuando no se tiene demasiado hay que apresurarse para detectarla. En ocasiones, la misma llega a tal grado que salta a la vista sin necesidad de reflexión previa y, en ese momento, te sonríes y llegas a sentir cierta dosis de condescendencia.

Una sensación que, en general, produce la Feria de Córdoba en su treintañera ubicación de El Arenal. Sobre la celebración es difícil -por no decir imposible- oír a un responsable político sacarle un fallo, aunque el cordobés de a pie bien sabe que aquello es un semidesierto, aunque ni el cambio climático que tanto abrazan lleve a nuestros dirigentes a apiadarse de la «ciudadanía» otro enclave frondoso.

Tampoco aquello tan cacareado de la sostenibilidad les lleva a tomar medidas contra el botellón, que irrumpe en la economía circular de Sadeco, cada jueves de feria por la mañana. De hecho, hay un botellódromo (nada que ver con el sambódromo de Río de Janeiro) institucionalizado y se premia a los que más echen sus desperdicios etílicos en las papeleras. Ahora, fíjese, se premia ser cívico.

Feria de CórdobaJesús D. Caparrós

En esta feria, además, hay muchas luces led, como las que cubren el Puente del Arenal, que tuvo inhabilitado alguno de sus carriles durante un mes, para conseguir esa añorada imagen de pueblo que define tan bien a Córdoba: un pueblo grande, pero un pueblo.

Hay muchas cosas más, que ya se dijeron en años anteriores y no es cuestión de repetirse y señalar que la cola para coger el taxi el martes por la noche era de las impresión y sin taxi a la vista. Pero ahí lo dejo, que luego se me enfada en colectivo. Como también se enfadarían los vecinos de la Victoria, Vallellano, República Argentina y Cervantes si la feria volviera a su sitio original y adecuado. De hecho, el alcalde en la sombra saltaría a base de comunicados de su movimiento y los políticos de turno se echarían a temblar, porque al líder no votado hay siempre que agradecerle y no ponerlo nervioso.

Y, todo, para que Córdoba no cambie y permanezca inerme e inalterable ante lo que es, un pueblo grande.