Lo que no son cuentas, son cuentosSamuel Díaz

El mito del votante racional

Hay muchas premisas de las que parten distintos partidos políticos que son erróneas o simplemente son parches cortoplacistas que no tienen en cuenta el medio y largo plazo

Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañadosMark Twain

En el año 2007 el profesor de economía, Bryan Caplan, publicaba un libro titulado como este mismo artículo, El mito del votante racional , en el que desafía la noción de que los votantes son personas razonables en los cuales la sociedad puede confiar para crear leyes. Con motivo de las elecciones del próximo domingo, innumerables medios de comunicación a lo largo de la semana han inundado las redes con encuestas, entrevistas, sondeos e infinidad de medidas propuestas por los distintos partidos políticos que se presentan a las elecciones. ¿Es realmente el mejor partido para la economía de un país el que gana las elecciones? ¿Realmente los votos dependen de las medidas que un partido publica en su programa? ¿La gran mayoría de los votantes son y deciden de manera racional?

A lo largo del libro el profesor deja de manifiesto la gran ignorancia e irracionalidad con la que la mayoría de los votantes acuden a las urnas y, en materia económica, más si cabe. El debate económico de la opinión pública está plagado de severos errores sistemáticos y por eso mismo elegí la frase de Mark Twain que encabeza el artículo: «Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados». Es totalmente irracional mantenerse bien informado en materia política y económica puesto que el escaso rendimiento que van a producir los datos que se obtengan no justifica el gasto requerido en términos de tiempo y otros recursos.

Deirdre McCloskey, economista, decía en uno de sus libros; «El hombre de la calle tiene cariño a sus ideas equivocadas, contempla sus opiniones como una parte intrínseca de su carácter, como su personalidad o su tipo somático, y se toma muy mal las críticas sobre ellas». Cuando la mayoría de los votantes no piensa más allá de las consecuencias inmediatas, muchos representantes electos carecen de incentivos para ponderar cuáles serán las consecuencias derivadas y, por contra, tienen muchos para rechazar ir más allá de lo que su base electoral piensa y entiende, por miedo a que los rivales aprovechen la oportunidad para encajar una cuña entre ellos y sus votantes complaciendo a la sociedad en sus errores.

En una sociedad donde existe la misma motivación para aprender economía que para bajar la basura cada noche es normal que todos los debates económicos entre los ciudadanos partan de premisas rotundamente equivocadas. Se habla mucho de la ignorancia que tiene la gran mayoría de la sociedad en lo que se refiere a conceptos económicos y políticos, pero en mi opinión, hablan del término equivocado: el concepto correcto es la irracionalidad. También es importante hablar del fanatismo que reina en nuestro país a ambos lados del espectro político y que no deja lugar, en algunos casos, a que se produzcan debates donde los ciudadanos puedan informarse y construir una opinión lo más sólida y fundada posible acerca de lo que ofrece cada partido en su programa.

Como consecuencia de todo lo anterior espero que vean lógico que los políticos en general actúen de la forma que lo hacen. Gobiernan en favor de sus clientes, de sus votantes que representan el más absoluto cortoplacismo. El resultado de unas elecciones no es lo que el pueblo ha decidido, ese resultado es el que los políticos han querido que el pueblo decida. ¿Por qué digo esto? Porque de base, ya hay muchas premisas de las que parten distintos partidos políticos que son erróneas o simplemente son parches cortoplacistas que no tienen en cuenta el medio y largo plazo. La penalización por llevar a cabo políticas equivocadas y dañinas para la economía es tan baja… que los incentivos para ejecutar planes económicos y políticos necesarios y positivos en la economía (aunque no populares) brillan por su ausencia.