editorialla voz de córdoba

La abstención como síntoma

El fantasma de la abstención vuelve a asomar en este 28 de mayo, y en Córdoba capital es un espectro más temido por los partidos políticos, ya que las elecciones municipales suelen coincidir con la Feria de Nuestra Señora de la Salud, cuando muchos cordobeses escapan de la capital días antes de este fin de semana electoral para anticipar, de alguna manera, las vacaciones estivales. Se teme a la abstención porque puede ser decisiva para la victoria o no de unos partidos sobre otros; porque no es una variable medible en las encuestas previas y porque puede dar al traste, en muchos casos, con una campaña electoral bien diseñada y llevada a cabo. Eso si lo observamos en los términos estrictamente partidistas en los que la abstención se suele analizar. Y no siempre desde un mismo color. Si la abstención en 2019, que supuso cerca de un 44% del censo electoral, se consideró perjudicial para la izquierda, en 2015 José Antonio Nieto (PP) culpó a la abstención de no permitirle una mayoría suficiente para gobernar. Desde ese punto de vista partidista se hace un análisis de la abstención una veces como el abandono del electorado de izquierdas y otras como la dejadez del electorado de derechas. Y circunstancias como la climatología o una feria, agravantes en lo de no acudir a las urnas.

Pocas veces, porque no les interesa, se tienen en cuenta los elevados índices de abstención como un síntoma que debería preocupar a los partidos políticos, debido a la pérdida de confianza hacia los candidatos, algo que también obligaría a una seria reflexión general sobre la cada vez más castigada sociedad, que va flaqueando en calidad democrática en favor de la denominada partitocracia. Una partitocracia que, a la postre, utiliza la abstención como un arma más para perpetuarse en el poder y no, como decimos, como una oportunidad de reflexión sobre su comportamiento desde el gobierno o la oposición.

Cuando el pueblo deja de participar en las urnas entrega la soberanía que le es propia a las manos de unos pocos que finalmente acabarán decidiendo el futuro de todos. Será el fracaso definitivo de la democracia, y es algo que siempre viene avisado, elecciones tras elecciones, en los índices a la baja de participación que insisten, como un médico repitiendo en cada consulta que dejemos de fumar, que hay muchas cosas que no se están haciendo bien.