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¿El final de la aventura?

«Sólo hace falta crecer junto con el ideal, aceptar el reto y subirse al coche de la historia que va a toda velocidad, sin miedo ninguno»

Actualizada 05:00

Alguien postulaba hace poco sobre si habíamos llegado al final de la aventura. Es la sensación que tenemos de un mundo que, con sus increíbles avances en todas las ciencias, bienestar y ámbitos de la vida, parece que ha ido merendando el terreno de lo misterioso, del más allá, del algo más grande que nosotros mismos. Este mundo nos ha ido conquistando el terreno de lo ignoto a tal velocidad, que nos ha dado la impresión vertiginosa de que ya no hay mas 'X' misteriosa a la que seguir.

En esta dinámica de la vida tan vertiginosa, al ser humano 2.0 le ha faltado algo que le ha hecho empobrecerse terriblemente: no tiene apenas un horizonte ideal al que tender. De tanto decir «Dios ha muerto» y de tantos avances, lo que hace apenas unos años eran incógnitas donde jugaba los misterioso, ahora es terreno abonado para el control de la ciencia y de la persona. Casi parece que la IA ya sabe qué resultados vamos a obtener en las próximas elecciones o a dónde nos vamos a ir próximamente de vacaciones.

¿Se acabó el misterio? ¿Es el final de la aventura?¿Queda terreno por conquistar?

A mares. Pero ha sido tan veloz el desplazamiento de la 'X' misteriosa que algunos han teorizado su fin.

La propia naturaleza humana lleva inscrito en lo más hondo: «más allá». Esta nostalgia de un más allá, que parece a veces devorada por el mundo, se manifiesta secretamente en el corazón como insatisfacción.

No nos han educado a ir velozmente detrás de lo ignoto y no estamos acostumbrados a que sus fronteras se muevan tan rápidamente como lo han hecho estos años. Y como consecuencia: fatiga, ausencia de sentido y de gusto por las cosas.

Cuando la desaparición del horizonte ideal, de ese «Algo-más-grande que nosotros mismos», se produce también a nivel comunitario - ya sea de naturaleza política, social, o religiosa- aparece el «sistema Matrix». Los grupos se sectarizan y aparecen los vigilantes del sistema. Ya no se pueden permitir el lujo de reconocer la realidad tal y como es y necesitan reforzar el sistema aún en contra de la persona y su horizonte ideal, que ahora ha quedado reducido a unas cuentas directrices de los supuestos guías. «Todo será negado. Se encenderán hogueras para atestiguar que dos más dos son cuatro. Se desenvainarán espadas para probar que en verano las hojas son verdes» decía Chesterton.

Es curioso que siempre haya gente dispuesta a cambiar su libertad («el más precioso don que a los hombres dieron los cielos» le decía Don Quijote a Sancho) pasando por el aro de estos «sistemas-matrix», haciendo de guías intentando sostenerlos contra viento y marea, sin poder reconocer ya una 'X' misteriosa más grande que el propio sistema y haciendo de vigilantes del resto de componentes que, una vez ya han pasado también por el aro, se desnaturalizan y pierden todo su atractivo y condición humana que ha sido siempre el de seguir algo más grande. «Jactándose de sabios se volvieron estúpidos» dice San Pablo.

Pero para quien, subido a la cresta de la ola de la vida, avanza su conciencia a la velocidad del rayo persiguiendo de nuevo esa 'X' misteriosa inalcanzable, nunca la vida como ahora, ha presentado tanto atractivo, tantos retos que conquistar, tanto gusto concentrado día a día, tanto misterio, tanto corazón.

Pero para ver un tipo así, tal vez deba ser un tipo humano consciente de qué es la propia 'X' misteriosa la que se ha atrevido a venir a nosotros, a vivir en nuestro vertiginoso mundo, a vivir en nuestro espacio y tiempo.

Por eso hoy más que nunca, igual que hace 2.000 años, el cristianismo sigue siendo la más increíble historia y aventura en la que cualquier persona pueda verse embarcada.

Sólo hace falta crecer junto con el ideal, aceptar el reto y subirse al coche de la historia que va a toda velocidad, sin miedo ninguno, y, día a día, tirarse de nuevo en caída libre, cada mañana.

Y así la vida recupera su aventura y su inefable gusto. Hoy y mañana.

Vivir de Algo-más-grande.

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