Consejo al hijo que vota por primera vez el 23 de julio
«La vida es riesgo. Quien apuesta puede perder. Pero quien no apuesta, pierde seguro»
I.- De buenas a primeras a Don Melecio le entraron unas ronqueras muy raras :
Cosas del aire acondicionado, pensó.
Pero como la cosa no menguaba sino que, al contrario, iba a más, y tenía la voz más cascada que una damajuana rota, se pasó por el médico y, después de una serie de pruebas y otra suerte de perrerías, llegó el diagnóstico:
- Pólipos benignos en las cuerdas vocales. Pero hay que quitarlos cuanto antes, no sea que se malignicen…
Don Melecio, en vez de amularse, como hubiera sido lo natural, se sintió liberado. Y es que él era muy aprensivo y siempre se ponía en lo peor de lo peor y se esperaba una noticia mucho más grave. Y, de ese alivio, le arrancaron ganas de frivolizar y de epatar al doctor, de escandalizarlo mayormente, y dijo:
- Pues ya está usted tardando; si es preciso aquí mismo abro la boca y me mete usted el cuchillo o unos garfios o lo que sea y acabamos con este oficio…
El médico no era hombre amigo de exageraciones y, al oír la sugerencia, dudó si el paciente , o sea, don Melecio, estaba boyao o simplemente era un bujardón. Le miró muy serio por encima de las gafas, escribió en unas notas, le alargó el papel, y dijo:
- Lo espero en diez días. Traiga estas pruebas
II.- La intervención salió bien y dolores, lo que se dice dolores, no tuvo. Si acaso unas molestias, como un remusgillo raspándole por los adentros del pescuezo, tal que un escozor . Poca leche, vamos.
Lo malo es que no podía hablar y esa penitencia de la mudez le iba a durar varios días. Y él, que era parlanchín por naturaleza, sufría con esa prohibición. Y más ahora, que estaban las elecciones y podría discutir con los amigos y llevarles la contra . Don Melecio había sido sociata en tiempos pero ahora había cambiado ( él decía que había evolucionado ) pero de sus tiempos de «rogelio» conservaba muchos amigos con los que gustaba de discutir. Sobre todo con Don Patricio, que era un calandria y siempre estaba defendiendo a Sánchez :
- No miente, sólo cambia de opinión.
- No ha pactado con Bildu. Bildu ha apoyado libremente alguna de sus leyes.
- Nunca dijo que no gobernaría con Podemos.
- Es muy honrado. Hay una campaña de los medios contra él…
Y estas defensas, como es natural, encocoraban a Don Melecio y al resto de los amigos y a cualquiera que no le guste que lo tomen por tonto, estulto, ajilao, zopenco, mentecato, memo o simplemente gilipollas.
Pero como ahora estaba mudo, a Don Melecio no le quedaba otra que callar y gesticular de modo ostentoso y desacompasado ante las risas de Don Patricio, que se prevalía de la limitación de su amigo para seguir insistiendo :
- No miente, sólo cambia de opinión.
- No ha pactado con BIldu. Bildu ha apoyado libremente alguna de sus leyes.
- Nunca dijo que no gobernaría con Podemos.
- Es muy honrado. Hay una campaña de los medios contra él…
III.- La cosa, además, se agravaba porque su hijo (el hijo de Don Melecio ) acababa de trasponer la mayoría de edad y votaba por primera vez y a él le hubiera gustado echarle una perorata y darle un aluvión de consejos. Pero, ante tal imposibilidad, pensó que era mejor darle unas notas por escrito. Luego el chaval haría lo que quisiera, como es natural.
Así que cogió un folio en blanco y anotó, con una letra muy abarrocada y hasta petulante: «Consejos para votar».
Y empezó a pensar y a pensar y a escribir. Hasta que llegó a diez consejos. Y ahí se paró. Pero al repasarlos ya no le gustaban mucho. No le convencían ni a él. Además eran muchas indicaciones y su hijo seguro que no las leía. Así que dejó escrita sólo uno, a modo de acertijo:
" Vota sin miedo, para cambiar a mejor la sociedad
o vota a aquellos que defienden lo que tú crees, aunque parezca un sueño. Despeja tú la
x de este consejo "
Le dejó la hoja escrita a su hijo, sobre la almohada de su cama.
IV.- Ya se había iniciado la campaña y se acercaba el día. Don Melecio, aún mudo, se maliciaba que muchos, por prudencia, miedo o pragmatismo votarían, una vez más, buscando el mal menor, el cálculo y la mediocridad y renunciarían, una vez más, a soñar con que sus ideas, legitimas y honradas, se hicieran realidad…
Todos esos que votaban de esa guisa, pensó, estarían en realidad mudos, mudos como él mismo estaba en ese momento. O más. Porque, por su prudencia, miedo o pragmatismo, su verdadera voz no se oiría y no tendría fuerza nunca jamás…
Don Melecio pensó:
- La vida es riesgo. Quien apuesta puede perder. Pero quien no apuesta, pierde seguro.
Y tenia razón.
Y luego, haciendo un esfuerzo titánico, pronunció con voz quebradiza, la primera frase que decía desde hacía varios días :
- Que te vote Xapote, Sánchez, que te vote Xapote…