De comienzo en comienzoElena Murillo

La flor de julio

Actualizada 05:05

De nuevo llegó julio y, con éste, la novena a la Flor del Carmelo. Días agotadores que vienen marcados por las altas temperaturas, nada que sea ajeno a esta época por otra parte, pero en los que cada tarde aparece la energía que aporta ese impulso necesario para subir la cuesta de San Cayetano, inmutable pese al paso del tiempo, hasta alcanzar el monte gozoso carmelitano.

Fervor reiterado de manera intensa a lo largo de estos diez días que ya han alcanzado el ecuador. Emociones contenidas en torno al altar. Plegarias que brotan desde la profundidad de los corazones que están presentes en cada eucaristía. Música ofrecida, en diferentes estilos, amorosamente, como oblación a Dios y a la Madre. Un himno que retumba y se eleva diciendo que «en mi rezo diario quiero tener tu escapulario» y que «mi amor te reza, Virgen del Carmen, cordobesa». En cada jornada, un viaje al recuerdo de los que vivieron otras novenas y ahora se hacen presentes en la recapitulación de hechos acontecidos que provocan una gustosa melancolía; porque fueron y estuvieron, vivieron y sintieron el estilo carmelitano en este convento de San José, en esta joya barroca.

En el presente 2023, los pinceles asidos por las manos de Antonio Díaz Arnido han querido aportar una impronta nueva al altar erigido para la novena. Un original dosel, en el que no podían faltar unos ángeles que ascienden para llevar a la Virgen en volandas, enmarca a la Flor de julio, a la Flor más hermosa de este vergel. Un dosel que aparece coronado por el lema de la Orden de los Carmelitas, tomado del primer libro de los Reyes: «me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos» (Zelo Zelatus Sum Pro Domino Deo Exercituum). Esta es solamente una de las ofrendas que un grupo de sus devotos ha querido hacer a María, una muestra de la gratitud a la Madre del Carmelo, a ésta que es jardín de Dios.

Aún quedan por delante los días grandes. La Virgen bajará a nuestro lado, se hará todavía más cercana antes de subir al paso en el que saldrá a bendecir las calles cordobesas. Y en la víspera de su día, al filo de la medianoche, cuando la estemos felicitando, encontraré el momento en el que recitar como una letanía aquellos versos que un día le dedicara:

En julio, cálida noche,

cuando todos te saludan,

cuando no importa el calor

porque el centro Tú lo ocupas,

recibí el escapulario

que da luz a mis penumbras.

A partir de ese momento

que no podré olvidar nunca

siento que guías mis pasos

en días y noches oscuras

queriendo ser esa antorcha

que ilumine con dulzura

las horas de decaimiento,

dificultad y tristura.

¡Oh, bendito escapulario,

despeja todas mis dudas

cuando flaqueen las fuerzas

y lleguen ratos de angustia!

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