A cada generación le toca un hito -o no-, un momento clave que cambia sus vidas para siempre, pero lo habitual no es vivir a caballo entre dos o tres y que te cambie el mundo en apenas una década.

A la mía no fue la pandemia la que, más allá de un buen puñado de meses encarcelados por el Estado (fue una catástrofe y eso es puntual, aunque te transforme), la cambió, sino el tremendo salto tecnológico, que ahora me hace recordar los 80 y los 90 como si hubiera vivido dos vidas: la analógica y la digital.

Hasta la plenitud de mi juventud solo había teléfonos fijos, libros, cuadernos, bolígrafos y tinta en los dedos. Recuerdo que, antes de enfrentarme a diario con el portátil, tenía una letra bastante peculiar (casi élfica) y que en casa había un equipo de alta fidelidad, con dos grandes bafles, reproductor de radio, doble casete y mi adorado tocadiscos.

En aquella adolescencia de tardes naranjas, cuando aun no me podía el tabaco, ahorraba de la paga para comprar música. Si lo guardado era poco tocaba una cinta, si tenía más un disco y, si no había apenas nada, pedía prestado un disco y lo grababa.

En ese repertorio (que iba desde Los Rodríguez a Blur, Oasis, Radiohead hasta Metallica) había un sitio especial para un grupo que nada tenía que ver con aquello. Ese espacio era para los Hombres G. Nadie entendía muy bien que me gustasen el rock latino (sobre todo -ante todo- Calamaro), el british pop y el heavy a partes iguales y, para colmo, aquella música del Summers, que «era de chicas».

Pero en aquellos años -en los que nadie te controlaba por un chat- cuando me quedaba las tardes solo en casa en el salón retumbaban los Hombres G. Aquellas canciones me hacían feliz y me llevaban a sitios plagados de hilaridad.

La paga nunca me dio para ir a uno de sus conciertos y, aquello de verlos en directo, se convirtió en algo que no creí que llegara, como la chica de la pandilla que sabía que nunca me ligaría porque era bajito, tenía espinillas, hablaba poquito y nunca me atrevería a decirle que me gustaba.

En cierto modo, de eso hablaban las canciones de los Hombres G y, cosas de la vida, ser un tipo algo más leído que los del resto de la pandilla y un par de tragos para dame ánimos y verbo provocó que ligara con aquella chica, que luego se fue.

Concierto de Hombres GJesús D. Caparrós

Con el paso de los años, de la cara de la muchacha ni me acuerdo y casi tampoco recordaba aquellas tardes con el equipo de música a todo volumen con el Voy a pasármelo bien y un largo etcétera de canciones de los Hombres G. Pero cuando crees que algo no va a pasar, pasa y te ves, a tus 45 sobre el albero de la plaza de toros, con el escenario dispuesto y, en las pantallas aparecen vídeos de hace cuatro décadas.

De la mayoría no tenía ni memoria, pero la misma llegó con los acordes de Venecia y, cuando los cuatro saltaron al escenario, aquel tiempo dejó de ser lejano y la adolescencia volvió a retumbar en mi pecho. Hombres G celebran 40 años y yo recuperar un tiempo que, seguramente, pasó en otra vida. Que no sería mejor, pero estresaba menos.