Reflexión planetaria
«No es de extrañar que lo que empieza como conjunción planetaria y continúa como reflexión del infinito, acabe mal si no peor»
Reconozco estar deseando cambiar el nombre de esta columna por otro que deje de hablar de anormalidad, una vez que, a partir del próximo domingo, se haya impuesto el sentido común en nuestra política y volvamos a los senderos de tranquilidad, sosiego y centrismo que creo queremos y merecemos la gran mayoría de los españoles.
Y si no fuera así y siguiéramos en esta inquietante realidad, sin duda que lo de anormalidad se quedaría corto para describir la nueva situación política y social que se avecinaría a las puertas de otro nuevo Prometeo ( título alternativo a la novela de Mary Shelley, «Frankenstein» ) dispuesto a arrebatar el fuego sagrado a Dios, con quien rivalizar en omnipotencia, cansado ya de ser meramente su Sanchidad, y ávido de nuevas metas y altares en los que entronizar su persona.
Tal vez esta visión cuasi divina del líder de ese movimiento llamado Sanchismo, del que Zapatero fue su profeta, haya llevado a este último a hablar en un mitin electoral ( si es que a esa cutrez de reunión de paniaguados palmeros se le puede llamar mitin), del infinito y el Todo, en un claro anticipo de lo que sin duda será el reconocimiento futuro de la realidad más allá de lo humano del mesiánico caudillo socialista, ese que injustamente tachado de autócrata en un video sin desperdicio de Carlos Hernando, será por fin revelado en su realidad extraterrestre.
No sé si recuerdan ustedes ( y si no, aquí está un servidor para hacerlo), la famosa «conjunción planetaria» que anunció en su día Leire Pajín, secretaria por aquel entonces de organización del PSOE, como el gran acontecimiento histórico del planeta que supondría la coincidencia de la presidencia de Barack Obama en Estados Unidos con la de José Luis Rodríguez Zapatero en la Unión Europea.
Y se ve que desde entonces, Zapatero ( quien por aquellas fechas nos participaba a todos que la Tierra no es de nadie, sino del viento) traspasó el umbral de lo terrenal (al margen de sus cuitas en Venezuela) para adentrase en el espacio profundo, en el infinito insondable, en el Todo inexplicable, desde el que volver iluminado por la chispa de lo eterno a participarnos una nueva reflexión profética, que sólo en este planeta se puede leer un libro o se puede amar.
Esto último de amar, dada mi búsqueda constante en las artes musicales, me encanta. Pues desconocedor como soy, en mi mísera condición de ser humano, de las profundidades del espacio y el lenguaje del Universo, lo terrenal ejerce sobre mí una atracción más allá de la ley de la gravedad que, en condiciones normales, y habitualmente los viernes, me permite compartir con los míos un rato de profundo entendimiento y complacencia, comunión en suma de la familia y los amigos, seres limitados sin duda a los ojos de esta nueva religión que se avecina, pero ricos en sentimientos y deseos de una vida tan cristiana como divertida, en modo alguno incompatibles para mi religión.
Por ello no es de extrañar que lo que empieza como conjunción planetaria y continúa como reflexión del infinito, acabe mal si no peor.
Pero claro, esto es lo que tiene un régimen que, aún llamado democrático, ha incurrido en inconstitucionalidades declaradas una y otra vez, saltándose a la torera bajo el paraguas de una pandemia todos los niveles de control democrático de un Parlamento que cerraron, de un ejecutivo que asumió en primera persona su presidente, y de una Justicia amordazada y cuestionada públicamente con el único objetivo de encubrir los desmanes del Sanchismo, indultos incluidos.
De cumplirse los pronósticos de Tezanos, ese otro profeta, nos aguarda no ya una nueva conjunción planetaria, ni siquiera la revelación del Todo, sino una nueva estrella anunciadora del salvador de la izquierda, el resiliente, a quien adorar en una sociedad ávida de ser llevada cuales borregos al pasto y al corral, al corral y al pasto, y de vez en cuando, según caiga la moneda del derecho o del revés, al matadero. Eso sí, aplicando la nueva ley de protección de los derechos y el bienestar de los animales.
PDA: Protégenos bajo tus alas, San Rafael.