El avestruz
Cansa escuchar que si VOX y PP hubieran sido uno habrían gobernado. ¡Toma castaña! Quienes deponen tal patochada, ¿se han preguntado por qué van separados, por qué VOX se desgajó del PP? ¿Han reparado en que Rajoy, con mayoría absoluta y todas las instituciones detrás, sentó con minuciosa porfía las bases del desastre actual? Puedes ostentar el mando y hundir a los tuyos. Al no caber atribuirlo a cortedad o a la legendaria galbana del gallego, hubo de ser aposta. Acaso no por elección, sino por sumisión a fuerzas superiores. Afín a la que muestran hoy líderes españoles con similar hoja de ruta. Poderes de palo y zanahoria, que echaron a Zapatero por mor de su torpeza inaudita, promoviendo un relevo lampedusiano (o gatopardiano, recalcando) como el que antaño alumbrara a Felipe o antes lanzara a Carrero Blanco por los aires en Claudio Coello. Parecida sustitución a la que se deshizo de Rajoy cuando Sánchez, el pupilo de Soros, Gates y Madeleine Albright, obtuvo luz verde. ¿No le financiaron, cuentan los que saben, el repudio de Susana Díaz? No veían color, y se entiende.
Las fantasías contrafactuales, cuando se evacuan «en serio», hasta con mohín de reproche, cobran la altura intelectual del que asó la manteca. ¿Queremos más perlas? Veamos: si España lindara con Noruega, ¿no pasaríamos menos calor? O: si la izquierda a partir de mayo de 1931 no se hubiera afanado en quemar iglesias, perseguir religiosos, requisar propiedades legítimas, sembrar la discordia, asesinar a políticos rivales y responder con la Revolución de Asturias de 1934 a su derrota electoral, ¿no nos habríamos ahorrado el 18 de julio de 1936? Una más; si fuésemos un país normal, tipo Alemania después de 1945, ¿no habrían gobernado PP y PSOE en «gran coalición» algunas veces, evitando convertir a separatistas, terroristas y comunistas en el perejil de todas las salsas? El problema es que España no está en Escandinavia. El problema es que nuestra izquierda es bolchevique. El problema es que en España faltan tolerancia, democracia y pactismo. Sobrándonos criminalidad y cutrez en cuanto se ventila algo mollar.
Si las cosas están como están, no será porque ello repela a los amos del planeta o a sus testaferros locales. Si quisieran que estuviéramos mejor, nos iría mejor. Si pretendieran una España emancipada, unida, floreciente y liberal, ello no sería utópico, sino real. La implosión se produce porque Francia y Marruecos, Inglaterra y Estados Unidos, Bruselas y los multimillonarios mandones, nos tienen genuflexos. La culpa no reside en la humilde existencia de VOX, aunque VOX asuma posiciones dignas, al rebelarse contra lo previsto para nosotros por quienes cortan el bacalao. Prevención que no suscita Feijóo, tan alérgico a rechistar como Rajoy, Yolanda o Sánchez. Siendo un peón «correcto» estilo Margallo, deviene en recambio aceptable, por no cuestionar los apetitos globalistas. Queda en reserva para cuando se precisen sus servicios. Esperando, la miel en los labios. ¿Cómo no va a chincharle VOX, si encarna la misma nota disidente que cunde en Europa y será pronto un clamor? Porque el europeo sano, aunque engendre pocos hijos, no abomina de su identidad y sus tradiciones, y por eso rechazará, si Dios quiere, las patrañas apocalípticas.
Es incierto que el avestruz meta la cabeza en un hoyo cuando quiere escapar. Eso no ocurre. Pero culpar al único partido crítico con la agenda 2030 de que sus prosélitos sigan enredando evoca esa fábula animal. Hay gente que no se entera. Si nos empeñamos en confrontar al PP con el PSOE o, alternativamente, predicar que deberían concertarse, estamos renunciando a ver cómo nos están cambiando –ellos aunados-- la vida a toda pastilla, arrasando la agricultura, la ganadería, los pantanos, la movilidad, la educación, la alimentación, el pensamiento crítico, la fecundidad, nuestra cultura, las relaciones humanas, etcétera. Y cómo nos abocan a una distopía de servidumbre, desmemoria, dependencia, mitos cretinos y ruina del tejido social.
Durante los años treinta, España se convirtió en el tablero experimental de Occidente. Aquí metía cuchara todo quisque. Manos mal que Franco buscó la autarquía, derrotó a Stalin y despachó a Hitler en Hendaya. ¡Y encima lo criticamos! Recordemos que ambos genocidas habían firmado en 1939 un flamante acuerdo para repartirse el continente, y siguieron a partir un piñón hasta junio de 1941. Pasionaria defendía el nazismo en Pravda en aquel tiempo. La Guerra Civil no fue un combate entre democracia y fascismo. Prueba de ello es que las democracias, aterradas ante las dos variantes totalitarias en alza, escogieron la no intervención, mientras figuras como Churchill apoyaban sagazmente al bando nacional, en el que luchaban los hijos de ex republicanos como Ortega y Marañón.
Ahora el conflicto no es cruento, pero sí ominoso. Como en un bucle compiten soberanía y globalismo. Si el proyecto internacionalista de entonces se llamaba Komintern, actualmente luce ese arito de colores que Sánchez no suelta ni para ducharse. Las trampas del estalinismo las conocemos de sobra, pero las mentiras mundialistas aún no han calado lo bastante. Países como Italia, Suecia, Finlandia, Polonia o Hungría han espabilado, pero faltan más. España, como en los años treinta, es la más terca y venal en el error. El desparpajo de «no tendrás nada y serás feliz» es puro Orwell. También Delcy y Nicolás. La nueva «dictatura del proletariado» no puede basarse en los trabajadores, que son ya de derechas. Aquel marxismo no vende una escoba. Por eso han inventado otra mística: la emergencia climática, las ingenierías psicosexuales, pandemias y vacunas con aditivos, la inmigración salvaje y los derechos de animales y plantas. Todo para acabar con las personas libres.