El silbo gomero
A las minorías que les vayan dando, porque una vez apagados los focos del mitin no le interesan lo más mínimo; es más, le molestan mucho
Soy fan del silbo gomero. Siempre me ha fascinado esa capacidad del hombre para superar las dificultades de todo tipo que se plantean a lo largo de la vida y que en vez de blandear en tablas o pedir que otro te saque las castañas del fuego es uno mismo quien se sobrepone en búsqueda de una solución.
Esto fue lo que hicieron los pastores de la isla de La Gomera. Aquellos barrancos y aquellas distancias eran un impedimento para la comunicación y encontraron en el silbido la herramienta ideal para hablar unos con otros. Perfeccionada como tal es ya un idioma en toda regla y en la actualidad es usado por una comunidad de alrededor de 22.000 personas, entre las que apenas quedan pastores.
Junto a Garajonay se pueden escuchar esos silbidos entrecortados, retorcidos o alargados que son en sí una vía de comunicación, como lo puede ser el WhatsApp. Esta lengua centenaria suena ahora igual que en el pasado, pero adaptada a nuestros días. Uno va ahora a La Gomera y se queda fascinado al escuchar el intercambio de silbidos entre una punta y otra de un valle y enseguida recrea una estampa del pasado, aunque en realidad estén hablando de algo de nuestro tiempo.
«Oye, que se me ha quedado colgado el ordenador, que cuando lo arranco no me pasa del post screen». «Resetéalo y si no te funciona es que tienes la BIOS desconfigurada o algo así. Tiene toda la pinta de que se te ha jodido la placa base, fijo», hablan hoy día dos gomeros a base de silbidos ininteligibles para los profanos.
El silbo gomero, como se ve, no es una reliquia del pasado, anquilosada por cuatro nostálgicos de otros tiempos. Es, en cambio, algo plenamente vigente por útil y una herramienta que sigue cumpliendo su cometido adaptándose a los nuevos tiempos.
Con estos valores, sorprende sobremanera que la líder de Sumar, Yolanda Díaz, se haya abierto un hueco a codazos esta semana en los medios de comunicación con la añeja propuesta de que en el Congreso de los Diputados se pueda hablar desde la tribuna en catalán, vasco o gallego. ¿Por qué? ¿Y el resto de lenguas?
Díaz pone así las cartas sobre la mesa y a las minorías que les vayan dando, porque una vez apagados los focos del mitin no le interesan lo más mínimo; es más, le molestan mucho. Es lógico que el resto de lenguas que se hablan en España se hayan sentido ofendidas por esta señora, porque también quieren su correspondiente pinganillo y su traductor simultáneo, incluido para el silbo gomero.
Muchos han caído en la cuenta del gasto que esto va a suponer, como no podía ser de otra manera, aparte de la inutilidad manifiesta de la propuesta. Esto no es ningún problema para la líder de Sumar, porque si la idea se le hubiera ocurrido a alguien de la derecha ya estaría ella repitiendo por las esquinas con cara de pena que ese dinero se lo estaban quitando a la sanidad y a la educación, pero como se le ha ocurrido a ella es una idea chulísima.