El perol sideralAlfredo Martín-Górriz

La necrofilia como ideología

«El ciclo vital se subvierte, como una cruz invertida se opone a la Cruz verdadera. Donde había vida se promociona la muerte»

Los trabajos para exhumar más de 3.000 cadáveres siguiendo la ley de memoria histórica se inician este verano en la ciudad y se prolongarán hasta el 2025. Debe de haber ya una joven generación que no conoce la paz en los cementerios. Cada vez que hayan ido a un desgraciado entierro de su familia o a dejar flores a un ser querido, un paisaje de tumbas abiertas se habrá hecho tan corriente que ni les llamará la atención. Sepulturas al raso como inmensas oquedades. Dentro o en sus alrededores operarios trabajando e incluso algún arqueólogo, que en Córdoba se hace un agujero para jugar a las canicas y las normas ya marcan que tenga que supervisarlo uno de estos profesionales que antaño identificábamos con Indiana Jones, antes de que deconstruyeran a Indiana Jones en su última película.

Desde el buscador de fosas del Ministerio de la Presidencia hasta la profanación de tumbas célebres (Franco, José Antonio, Queipo de Llano) nada de este necrófilo proceso es casual. Tras la apariencia de reparación o estudios que se supone marca la legislación, se encuentra un desarrollo burocrático que jamás termina. A la apertura de una serie de fosas, viene otra, y otra, y otra… Este procedimiento inagotable está sustentado en un subterfugio aparentemente bondadoso. Se utiliza de forma interesada la muerte de los antepasados para un propósito presente: la profanación constante del cementerio católico. Dicha profanación es tan sólo uno de los pasos de un ciclo de inversión de valores que da la vuelta al ciclo vital del ser humano, el característico que empieza con el nacimiento y concluye con la muerte sumada a la posibilidad de una vida eterna.

En una conferencia de hace años, el ya fallecido filósofo Antonio Escohotado, definió al comunismo, y en extensión a la izquierda, como «una conjura contra la humanidad». Entonces me pareció exagerado. Hoy creo que se quedó corto, y podríamos afinar más: la izquierda sería una conjura contra todo lo bueno que tiene el ser humano, realzando lo peor mediante una alteración radical. De esta forma también la llamaba la religión del no ser. Ahí entran multitud de factores, entre ellos el asunto de las fosas, que forma parte como se ha indicado de un proceso no vital, sino de muerte. Donde el ser humano supera sus limitaciones y se yergue orgulloso, la izquierda lo obliga a postrarse, a ponerse cabeza abajo. Hagamos un sencillo paralelismo que lo refleja muy bien para que este camino-al-contrario se entienda.

Ante la concepción y nacimiento, la izquierda pretende abortar al bebé.

Si el bebé nace, en lugar de introducirse en la comunidad mediante el bautismo, la izquierda rechazará el santoral. Los padres buscarán un nombre ajeno a su cultura y a su entorno, muchas veces estrambótico, incluso ofensivo, dejando la decisión adulta del sacramento en manos infantiles. Será el niño el que decida con nueve años si se bautiza y hace la comunión atendiendo a criterios insustanciales y tergiversados mediante esta delegación ilógica que muchos progenitores aceptan mansamente. De esta forma atentan contra lo más querido desde el nacimiento y empiezan a construir el futuro en soledad de sus hijos, que quedarán desprovistos de sus referencias culturales, destruidas en casa con absoluta inconsciencia y por obediencia ciega.

La inocencia infantil se intentará destrozar con la información sexual extemporánea, la sexualidad temprana y la introducción de teorías de género y trans. En los casos más graves, demasiado frecuentes, con la pedofilia y pederastia.

En la pubertad y adolescencia, la posibilidad de amor romántico, la pasión y el erotismo, quedarán devastados por el sexo concebido como parte de un ocio sustentado en el alcohol, la droga y las relaciones esporádicas. Se tratará de imponer la idea de promiscuidad como libertad, en contra del concepto de libertad como responsabilidad.

En el periodo adulto, la izquierda atenta contra la familia, denostando la maternidad y los cuidados. Busca al individuo sin hijos, al infértil, al triste. Para ello contrapondrá la carrera y el ocio a la familia, ambos entendidos sin sustancia ni contenido. En el mundo del trabajo rechazará el oficio, es decir, la alegría de adquirir destrezas con el tiempo y cumplir con un cometido que sea útil a los demás independientemente del sueldo o de la relación que tengas con los superiores y compañeros. El tiempo libre será una deformación paulatina y cada vez más frívola y pervertida de lo iniciado en la adolescencia. De esta forma se aparta al ser humano de una vida basada en propósitos profundos y valores genuinos y auténticos. Se hace mofa de la virtud y la costumbre. Eso hace que la religión quede, a su vez, al margen. La posibilidad de la creencia en el más allá se va dinamitando sin pausa desde temprano.

La persona llega a la ancianidad sola, sin tradición, sin nietos, ni hijos. La posibilidad de la buena muerte queda cercenada por la eutanasia estatal, la dignidad de la sabiduría apisonada por el rencor. El mayor se mira al espejo preguntándose constantemente por el fin por mano propia o ajena.

Tras la muerte, la posibilidad de trascendencia ya quedó minada a lo largo de décadas por el ataque a la religión.

¿Reposan al menos con tranquilidad los restos de ese individuo? Ni siquiera eso. Entonces entra en escena la memoria histórica. El cementerio católico donde descansa el anciano que murió solo, sin fe, sin oficio ni familia resulta profanado y permanecerá profanado con base legal y gracias a la burocracia.

El ciclo vital se subvierte, como una cruz invertida se opone a la Cruz verdadera. Donde había vida se promociona la muerte. Muchas veces todo esto sucede con la cooperación necesaria de autoridades en teoría conservadoras que participan igualmente de este transcurrir más que siniestro y que sucede y se repite ante nuestros ojos sin respuesta.

Para el poeta nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar: el ciclo de la vida con la probabilidad de otra vida más grande y ulterior. Para la izquierda todo es erial y aniquilación: la necrofilia como ideología.