El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Niñofobia

En Córdoba es imposible ver la estampa de una persona tendida en el césped con un libro en las manos

A muy pocos escandalizan ya las cifras de la escasa natalidad que padece la sociedad actual. Es el signo de los tiempos, donde es preferible una mascota a un niño y el que recuerde que los animales no cotizan es condenado al fuego eterno -sostenible, por supuesto- de estos tiempos bienpensantes.

Lentamente, casi sin darnos cuenta, priorizamos los animales de compañía frente a los niños y hay hoteles que no admiten niños y se mira para otro lado, mientras si al alguno se le ocurre decir que un animal molesta en cuestión de minutos estará su reputación por los suelos de Twitter, ahora X.

Este cambio de mentalidad no es cuestión de vídeos o mensajes que le llegan a uno al teléfono sin tener contrastada ni su veracidad ni su procedencia, sino que la hemos aceptado como tal y ya está asumida como un síntoma de normalidad.

En numerosos parques y jardines cordobeses hay zonas para el denominado esparcimiento canino, algo que está muy bien. Pero estaría mejor si el resto del espacio verde pudiera ser disfrutado sin escrúpulos por niños y adultos. En Córdoba es imposible ver la estampa de una persona tendida en el césped con un libro en las manos. Y es imposible porque sobre ese césped juguetean unos animales que, ante la mirada distraída de sus dueños, que no son todos, se alivian sin reparo y sin que nadie recoja lo que en cuestión se minutos se va a convertir en un foco de infección.

Hace unos días se publicaba en este periódico la noticia de que el Ayuntamiento iba a reformar la zona de juegos infantiles del antiguo Cine Andalucía a los dos años de su inauguración. Se va a aprovechar también para poner una cerca alrededor de la misma, para que los niños estén encerrados en un corralito -sin excrementos caninos, eso sí- mientras las mascotas son dueñas y señoras del resto del Cine Andalucía. ¿Curioso, no?

Zona infantil en el antiguo Cine AndalucíaRV

Así, poco a poco, los niños van perdiendo los espacios que les corresponden y se les encierra en guetos con la excusa de que ahí están a salvo de las infecciones propagadas por los animales. Curioso argumento.

Si en los supermercados las estanterías dedicadas a las mascotas superan en extensión y en variedad a las dedicadas a los niños no hay de qué sorprenderse. A nadie sorprende ya que los jardines sean zonas perdidas y que ahora los juegos infantiles sean el eufemismo con el que calificar unos guetos coloristas y divertidos en el que encerrar a los niños para que no se mezclen con los animales y no al revés.