Pateos por CórdobaTeo Fernández

Zidane jugó en El Arcángel... 'ma non troppo'

Quizá las habitaciones juveniles no deberían cambiar nunca. No fueron lo que fuimos, sino al contrario: nosotros crecimos adaptándonos a ellas como a un molde

Una capa de pintura había cubierto casi todas las estrellitas fluorescentes que años atrás decoraban el techo de mi dormitorio. Sin embargo, este era ocupado igualmente por astros: los del balón (balón de fútbol). En torno a la lámpara se encontraban grandes pósters de la selección española del Mundial de 1994 o la Eurocopa de 1996. Y una fotografía tamaño A4 de la alineación que ganó la medalla de oro en Barcelona’92 frente a Polonia. Aunque debo admitir que, con el espíritu previsor que heredé de mi padre, nada de todo ello estaba sobre la cama para evitar riesgos en caso de caída de alguna chincheta.

Mientras dicha bóveda quedaba reservada a la selección, el Real Madrid ocupaba las paredes (algunas, al ciento cincuenta por ciento), con especial presencia de Fernando Redondo, Michael Laudrup y Raúl González. El Córdoba CF, aclaro antes de que el lector se lo pregunte, fue una pasión que me llegaría años después, con el ascenso de 1999 a Segunda División; entonces no solamente me aboné, sino que en marzo de 2000 incluso compré una acción a medias con mi padre (que se puso, claro, a mi nombre) por diez mil pesetas.

Selección Española en Barcelona'92

Así que (volviendo a la selección) yo cada noche me dormía contemplando la fotografía de aquellos campeones olímpicos entre los que hubo un cordobés como titular: Rafael Berges, lateral izquierdo (defensa izquierdo) que comenzó y finalizó su carrera profesional en el Córdoba CF, y que en Primera División jugó en el CD Tenerife y el Celta de Vigo. Tras haber entrenado, entre otros, al equipo blanquiverde, ahora es míster nada menos que… en Indonesia. Hace un año dijo en una entrevista algo con lo que estoy plenamente de acuerdo: lo que falta en Córdoba es, sobre todo, autocrítica. Y contrastaba el adormecimiento de la ciudad con la actividad de, por ejemplo, Vigo.

Para nuestro fútbol, que ha tenido una discreta presencia de nombres en el combinado nacional absoluto (el más reciente, el de la flamante campeona del mundo Rocío Gálvez), aquella (comienzos de los noventa) fue una época dorada en este sentido.

Entre 1992 y 1993 se enfundó «la roja» en diez ocasiones Toni Muñoz, leyenda del Atlético de Madrid, club con el que ganó el doblete (Liga y Copa del Rey) en 1996. Como Berges, lateral izquierdo y salido del Córdoba, desde su posterior cargo de director deportivo colchonero facilitó las relaciones entre ambos clubes.

También a aquellos momentos correspondió la mejor etapa de Cristóbal Parralo, que acudió a la selección seis veces, todas de 1991 a 1993. Natural de Priego, levantó con el Barcelona la Copa de Europa de 1992, siendo, me temo, el único cordobés que ha logrado el principal título continental. Jugó en varios equipos de Primera División y era lateral, pero… derecho. Curiosamente, se retiró en un club ahora tan de actualidad como el Paris Saint-Germain, siguiendo a su amigo Mauricio Pochettino, con quien había coincidido en el Español.

Además, en esas mismas temporadas despuntaba en el Real Madrid un joven José Alberto Toril. Nacido en Peñarroya Pueblonuevo, debutó en el primer equipo blanco en 1992, pero las lesiones lastraron su carrera. Desde hace un par de años ha vuelto a sonar su nombre en la actualidad deportiva por ser entrenador del Real Madrid femenino. Aunque llegados a este punto el lector no se lo crea, él, ¡milagro!, no jugaba como lateral…

Frente a Cristobal o Toni, y al igual que Toril, nuestro medallista olímpico (Berges) no llegó a jugar con la selección absoluta: acudió a una concentración pero una lesión chafó el asunto. Sí participó unos minutos, saltando al campo como suplente, en la segunda ocasión en que la Sub-21 jugó en Córdoba. Fue en 1991 (en el antiguo estadio El Arcángel), y empatamos a cero contra Francia.

Entrada del partido Sub-21 España-Francia en El Arcángel

Yo estuve en la grada y pude disfrutar no solo de Berges, sino también de otros nombres que al año siguiente serían, junto con él, medalla de oro en Barcelona, como Guardiola o Cañizares. En Francia fue titular el luego renombrado Lizarazu. Y en el segundo tiempo sacaron a un tal Zidane que bailaba sobre la pelota… y que sería expulsado a los veinte minutos por agresión.

No es el único partido del combinado nacional que he visto en vivo en Córdoba, pues diez años después (ya en el Nuevo Arcángel) asistí con mis primos a un amistoso España- Japón que ganamos de milagro: 1-0 con gol del valencianista Rubén Baraja en el descuento. Por cuestiones lógicas generacionales, repetían sobre el césped precisamente Cañizares o Guardiola. Y a ellos se añadieron en esta ocasión nombres tan destacados como Raúl, Casillas y Mendieta. También Puyol, en cuyo debut, en Sevilla contra Holanda, yo había estado casualmente apenas unos meses antes.

Y jugó (contra Japón) como titular Paco Jémez, nacido en Las Palmas pero criado aquí, y, surgido de las categorías inferiores del Córdoba antes de pasar por diversos equipos de primera y ganar varios títulos. Paco es el cordobés que ha sido convocado en más ocasiones por la selección española (un total de veintiuna). Como entrenador acumula ya una dilatada experiencia (incluido el banquillo del Córdoba) y, siguiendo el espíritu aventurero de Berges (o del también paisano Pepe Murcia), ha entrenado en México y ahora lo hace… en Irán.

A uno de mis primos, más pequeño que yo, lo llevamos por sorpresa a aquel partido: él creía que solo venía con su padre para acercarnos hasta el estadio en el coche, sin saber que ambos también tenían entrada. El mismo primo con quien fui en 2006 a, hablando coloquialmente, alcahuetear en la puerta de la iglesia de San Pablo cuando el guardameta Pepe Reina se casó con Yolanda Ruiz. Debemos recordar que, si bien Pepe nació en Madrid, su padre Miguel, también portero, jugó en el Córdoba, en el Barcelona y en el Atlético de Madrid, y fue quien abrió la lata de los cordobeses en la selección, asistiendo a ella en cinco ocasiones entre 1969 y 1973.

Vimos entrar a la ceremonia a Xabi Alonso, Fernando Morientes o Zenden (compañeros de Pepe en el Liverpool en aquel momento). Mi primo, no sé cómo, se las apañó para colarse en la iglesia y sentarse, si no recuerdo mal, al lado de José Antonio Camacho. Yo pensaba que nos iban a detener y mi gran preocupación era quién se haría cargo de otro primo más pequeño que venía bajo nuestra responsabilidad.

La verdad es que desde entonces pocas veces he ido al fútbol (aclaro que no por miedo a que me identifiquen con el cómplice del intruso-impostor colado en aquella boda, sino por otros varipintos motivos). Y en las paredes de mi antigua habitación en casa de mis padres ya no queda rastro visible del deporte rey. Solo algo en espacios secundarios y escondidos, como la parte interna de algunas puertas de armarios, y, eso sí, un enorme montón de antiguos diarios deportivos en perfecto estado dentro de uno de ellos.

Quizá las habitaciones juveniles no deberían cambiar nunca. No fueron lo que fuimos, sino al contrario: nosotros crecimos adaptándonos a ellas como a un molde. Un molde cuya tapadera, en mi caso, fue la selección española de los campeones cordobeses Toni, Paco y Berges. Ellos, desde la habitación o desde el césped, han sido, sin pretenderlo, algo de lo que ahora soy.