La falacia cursi
El pasado jueves el Partido Popular tiró de todo su arsenal territorial en las administraciones, que no es poco, y trató no tanto de poner en solfa la amnistía socialista a los golpistas como que el sanchismo se retratara. Así, en ayuntamientos, diputaciones, parlamentos y Cámara Alta los populares colocaron como orden del día o moción o punto la cosa amnistiadora y los resultados fueron dispares, desde el troleo sociata en el Senado a,lo que es peor, la cursilería del grupo municipal socialista cordobés, que tiró de metáforas alumbradoras con velas frente a la oscuridad de la extremaderecha y la agitación poblacional.
Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la democracia española y gran parte de los gobiernos occidentales es la afectación impostada. Los manipuladores, para cumplir sus oscuros propósitos, se nos muestran afectados, ofendidos, dolidos y dañados desde su elevada posición moral – la única válida, según ellos- y así revisten su nefanda moral y política oportunista de brillante dignidad. Generalmente también son aliados cuando quieren pillar cacho femenino feminista. Todo esto viene apoyado por un gigante aparato mediático que ninguna diputación, ayuntamiento ni cámara alta pueden contrarrestar: lo que en ellas suceda políticamente se la trae al pairo a aquellos que replican como tontos virales la caída de una palmera andaluza a causa del viento, suceso narrado por Chari, la vecina del 5º C. Este es el nivel de al menos ocho millones de españoles, y a la amplia legión de lobotomizados se dirigen los presuntos afectados que apelan al abrazo, al amor universal, a la superación de conflictos (falsos) y al sursuncorda, con tal de perpetuarse en el poder.
El discurso del portavoz socialista municipal, réplica alumbrada con velas amorosas del discurso sanchista mainstream, habla de un conflicto que, de existir, solo lo ejerce la parte que quiere hacer de su capa un sayo, pervierte la propia democracia y extorsiona a la mayoría. Y se cobra nuestra pasta por ello. Los verdaderos conflictos en España son más domésticos que otra cosa. Llegar a fin de mes es el principal de ellos.
Durante años, ausentes en la memoria histórica actual de los lobotomizados, los asesinos de ETA hablaron de conflicto y de lucha armada. Ahora el socialismo sanchista les ha comprado el discurso y los términos para golpear al adversario, a la derecha y a todo aquel que no comulgue con su légamo político. Y tiran de crispación y acusan de promoverla a los que, en su natural derecho de discrepar, promueven acciones contra medidas con las que no están de acuerdo y que atentan contra el interés general y la igualdad entre españoles. Manifestarse en Madrid, en Barcelona o donde nos salga del alma supone agitación para estos arcángeles de los derechos humanos, la democracia y la libertad según ellos. Los mismos que animaron a cercar las sedes populares tras el 11-M, antes de unas elecciones generales, por cierto.
Pero lo más insufrible es la cursilería: comenzar un manifiesto sanchista apelando a la luz de las velas frente a la oscuridad derechosa, según la escuela filosófica de amnistíainternacional, anima a convertirte en palmera expuesta al temporal y que la Chari te tire directamente. Los que tuvimos que padecer la prepotencia socialista de los años 80 ahora vemos cómo nos toca ser castigados con los arcoíris de azúcar que los trileros, sin principios, dignidad ni palabra, utilizan para vender la moto y seguir en el machito. Cambian de opinión pero de onegenarias maneras.
Qué tiempos aquellos cuando los portavoces socialistas se enfrentaban a las alcaldesas promotoras del urbanismo a la carta para contratistas espabilados… Ahora encienden velas de caramelo para justificar el latrocinio separatista, el chuleo al poder judicial y el culto al líder máximo.
Como los tiralevitas cursis que son.