El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Barcelona abre camino

Ahora falta que otras se armen del valor suficiente para perder el miedo y volver a usar el lenguaje en toda su amplitud y belleza

Estaba al caer. Era cuestión de tiempo. Les caerá la del pulpo pero no serán los únicos. Poco a poco, como un goteo sin prisa, irán viendo la luz todos aquellos que hasta ahora habían sucumbido a la dictadura del lenguaje inclusivo. La Universidad de Barcelona, nada menos, ha dicho que en sus textos normativos se volverá a usar el masculino genérico y que se ha acabado el desdoblamiento por sexos, que ya está bien de perder el tiempo, hombre ya. Al fin.

Paraninfo de la Universidad de BarcelonaWikimedia Commons/Jesús Corrius

Si en Barcelona han dado el primer paso pronto habrá más universidades, fijo. Y después vendrán distintas administraciones que le perderán el miedo a esta imposición cuando descubran que ganan más que pierden.

Es de aplaudir que sea una universidad, y más aún catalana, la que haya tenido la valentía de dar este paso y servir de ejemplo al resto de España. Sabemos que les llamarán fascistas, por supuesto, y que llenarán los pasillos de pintadas, que se amotinarán en el aula magna y que un puñado de profesores firmarán un manifiesto que al momento colgarán en change.org para lo apoyen aquellos que apoyan todo lo que sale en esta página, sin pararse a leer de lo que va.

Cuando comenzó la imposición del lenguaje inclusivo la mayoría de la gente pasó de aplicarlo. Nadie lo usa en sus conversaciones y quedó reducido a los textos y a los actos con público de políticos, sindicalistas y docentes. Más allá de estos tres ámbitos era difícil encontrar a alguien que perdiera el tiempo y que estropeara la calidad de lo que estaba diciendo o escribiendo con ese desdoblamiento en masculino y femenino que era un engorro tanto para el que escribía como para quien leía.

A la redacción de un periódico llegan al día bastantes notas de prensa escritas de forma políticamente correcta. Ya saben: políticos, sindicalistas y docentes. Y también las ONG y las asociaciones de vecinos, que se me olvidaban. Como la nota pase de los tres párrafos se ve con claridad que la intención comienza a flaquear, que no hay fuerza suficiente para mantener la farsa, y que en el cuarto párrafo la escritura fluye ya con normalidad y se recuperan las cotas de calidad que nunca se debieron perder.

Si usted se ha parado a observar a los talibanes del discurso inclusivo verá que desdoblan con generosidad el masculino y el femenino salvo en los términos que tiene connotación negativa. Nunca los he escuchado hablar de asesinos y asesinas ni de maltratadores y maltratadoras, cuando las hay a punta pala y si no las hubiera también habría que nombrarlas para no excluirlas ni marginarlas de esta condición.

Hubo una época en que a estos talibanes se les reían las gracias y hasta llegó a tener su minuto de popularidad quien intentó que el PSOE cambiara la letra del himno de Andalucía para hacerla inclusiva, aunque sonara a demonios. Aquello, lógicamente, no prosperó porque lo frenó un PSOE que no tenía nada que ver con el de ahora.

La Universidad de Barcelona ha abierto el camino. Ahora falta que otras se armen del valor suficiente para perder el miedo y volver a usar el lenguaje en toda su amplitud y belleza para que cumpla la misión de ser exacto y fiel en la transmisión del mensaje.