Las amigas
Nada entretiene la extraña blandura del amanecer en este día de un octubre que acaba : están los cielos pintados de un cárdeno claro, los vientos sujetos y las nubes lagrimean una lluvia fina sobre la tierra agradecida. En el horizonte, la línea oscura de la sierra cordobesa aparece y desaparece, se muestra abiertamente o se diluye, como si el agua de la borrasquilla que nos ha sorprendido esta mañana fuera una confusa y ciega telaraña de sueños.
Tres años ya desde que nos dejaste. Tres años ya y, a veces, parece que nunca hubo un 29 de octubre de 2.020 . Tal vez porque es difícil medir el tiempo de las ausencias o de los vacíos. Tal vez porque no existen ni el adiós ni las despedidas. Tal vez porque la muerte es, más que una realidad, una especie de paréntesis transitorio, que no derrota, que no puede derrotar, ni al sentimiento ni a la memoria.
En la Iglesia, Misa de once en tu memoria. He llegado apresuradamente, evitando que la lluvia menuda y constante me cale hasta el tuétano del alma. La acera está cuajada de hojas amarillentas y escurridizas que ha vareado el viento de los últimos días. La Iglesia llena. Fieles variopintos: gente atildada en traje de Domingo, otros con ropajes más casuales. Incluso hay personas en chándal…Apoyado en una pared, descansa el monopatín de un feligrés.
Están también ellas, tus amigas, las que fueron parte de ti. Las que fueron tú porque tú fuiste ellas: Malile, Carmina, Pilar, María José, Ana…..Y otras muchas que , sin estar, también están: Eva, Cristina… Ellas no fallaron nunca : ni en la vida, ni en la enfermedad, ni en el adiós. Y aquí están de nuevo. Y, al estar ellas, sé que estás tú. Aprecio esa fidelidad constante de los buenos amigos, una fidelidad contra la que no pueden ni el tiempo, ni el olvido, ni la misma vida y sus innumerables quehaceres. Puedo decir que hasta me conmueve y me pone temblón esa amistad auténtica que te demuestran Malile, Carmina, Pilar, Maria José, Ana…..Y otras muchas que, sin estar, también están : Eva, Cristina…
El cura, en su homilía, habla del mandamiento nuevo: «Amarás Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo» Habla, en suma, de amistad, un sentimiento tan noble que va más allá del infinito.
La celebración concluye con serenidad. Con tu recuerdo presente. Con una herida a medio cerrar y que nunca cicatrizará del todo. Pero con toda serenidad. Salimos. Café en el bar de la esquina. El café es medicina santa para el espíritu. Tras el desayuno, el día ha clareado y el sol caldea el asfalto mojado. Pasa un autobús ruidoso que rompe la poesía del momento. A lo lejos, la sierra de Córdoba apunta un verde fulgor. Un verde expansivo y rutilante. Atrás quedó, definitivamente, el verano: su sequedad, sus polvazales, sus perfiles de miseria...Tras estas aguas recientes, las encinas están lavadas, los quejigos lustrosos y los lentiscos, con sus frutillos rojos y redondos arracimados entre sus hojas, apuntan una Navidad que llegará en dos meses cortos. También han de ir verdegueando ya las lomillas más querenciosas y pronto, muy pronto, la hierba apuntará decidida y alfombrará los campos.
Medio dia: el sol brilla en los altos del cielo, en este Domingo otoñal, recordador y melancólico en el que somos, una vez más, conscientes de lo que inevitablemente hemos perdido para siempre. Pero también de que la vida sigue. Y que , si Dios quiere, el otoño será beneficioso y todo irá bien… porque así es la vida, un eterno tornar de sinsabores, pero también de alegrías, donde, seguramente, la Fe sea el motor que todo lo mueve.
Tus amigas ya se han marchado, cada una a sus menesteres, cada una a sus ocupaciones. Pero su presencia es constante. Y, como esa lluvia regeneradora, volverán cuando sea preciso, para engrandecer tu recuerdo y hacerte presente entre nosotros una vez más, porque saben, porque llevan prendido en su adentros, que la amistad verdadera es un oficio del que uno jamás se jubila.