El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Ibarrola el íntegro

También atentaron contra su vivienda y todavía se espera que el alcalde del PNV condene los hechos

La muerte de Agustín Ibarrola, ocurrida este viernes a los 93 años, tiene una repercusión muy directa con el mundo cultural cordobés, que siente su fallecimiento como algo propio. Nacido en Basauri (Vizcaya), fueron los integrantes de Equipo 57 quienes lo trajeron a Córdoba plenamente integrado en un grupo artístico cuyas aportaciones en equipo hacen que sus obras tengan un resultado coral, en el que todos eran autores de forma colectiva.

Agustín IbarrolaEFE

Este trabajo colaborativo no impide que cada uno de los miembros de Equipo 57 tuviera una personalidad propia y una trayectoria vital y profesional diferente al resto de componentes, lo cual agiganta su valor. Lo mismo que arrancaron de la mano decidieron disolverse, pero mantuvieron el vínculo hasta el momento presente. Por esto, a Ibarrola se le veía por la ciudad siempre que podía junto a los tres cordobeses del grupo: Serrano, Cuenca y Duarte. Y además de su colaboración en Equipo 57 también dejó aquí su obra personal.

Cuando Juan Cuenca se encarga de saldar la deuda de la ciudad con Miraflores, piensa en Ibarrola para que en este nuevo espacio verde que se abre a la vieja ciudad tenga también su aportación. El artista vasco, en aquellos años, trabajaba intensamente al aire libre, en y con la naturaleza. En el amplio parque situado en la orilla izquierda del Guadalquivir ideó un conjunto escultórico en el combinaba la recreación de la huella en el subsuelo de los viejos arrabales de la ciudad con la nota colorista tan personal en su producción.

Años antes había creado el bosque de Oma, en Urdaibai, donde arte y naturaleza se funden gracias al genio creativo de Ibarrola. Comenzó a pintar en los troncos de los pinos en 1982, en plena democracia, pero no gustó a los no demócratas. Aquellos totalitarios acabaron destrozando esta obra artística que ya se había convertido en un foco de atracción turística.

Los etarras pusieron a Ibarrola en su punto de mira. En vez de darle un tiro en la nuca o poner una bomba en los bajos de su coche decidieron emprenderla a hachazo limpio contra los venerables árboles del bosque de OMA. También atentaron contra su vivienda y todavía se espera que el alcalde del PNV condene los hechos. Aquello no amedrentó al artista comunista, antifranquista y que había pasado 15 años en la cárcel.

Como en otros tantos momentos de su vida decidió mirar al frente y no arrugarse ante un acoso de los secesionistas armados y sin armar que podía acabar mal, muy mal. Llevó escolta durante mucho tiempo, fundó el Foro de Érmua y sufrió el acoso y desprestigio de una parte de la sociedad vasca. La otra, como siempre, guardó silencio. Ahora a esto le llaman progresismo.

La muerte de Ibarrola es historia, como también lo es la fecha en que ha ocurrido: sólo horas después de que quienes destrozaron su bosque de Oma y su vivienda felicitaran efusivamente al recién investido presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de que éste, ante el Rey, prometiera «guardar y hacer guardar la Constitución».