Altos vuelos
La llegada esta semana del primer vuelo comercial en quince años al aeropuerto de Córdoba y el primer avión de esas características (un Airbus 320) en los 65 años de historia de las instalaciones aeroportuarias, ha supuesto no solo un hito en la historia de esta ciudad sino un motivo de esperanza para aquellos que anhelan estar conectados por aire como la mayoría de las grandes ciudades.
En ese vuelo charter con destino a Praga no solo hay muchas esperanzas puestas en un incremento del turismo, y por tanto, de la actividad económica, sino también una especie de espina sacada para ese sentimiento cordobés de inferioridad que nos ha acompañado tradicionalmente, a pesar de los patrimonios que atesora la capital, de su historia, de su calidad humana y profesional y de su excelente ubicación geográfica. El tema del aeropuerto siempre se ha visto como algo imposible. Tanto es así que los cordobeses no han dudado en edificar segundas viviendas (ilegales) alrededor de las instalaciones. Se veía como una inutilidad, algo inservible y sin futuro. Y las administraciones, sobre todo desde Madrid, tampoco es que pusieran mucho empeño en revitalizarlo. Con el AVE y la proximidad de los aeropuertos de Sevilla y Málaga se nos daba por servidos.
La llegada de ese vuelo y de ese avión suponen, por tanto, un motivo para la esperanza. El Gobierno español ya anunció y presupuestó la ampliación de la terminal y las aerolíneas parecen interesadas en incluir Córdoba en sus rutas low cost. El alcalde de Córdoba ha instado a la denominada ‘Mesa de coordinación del aeropuerto’ a seguir trabajando y tratar de que haya vuelos comerciales en la capital.
En este caso, como también la experiencia demuestra, es deseable que los protagonismos y los egos políticos no se antepongan a los intereses de ciudad, porque esos mismos protagonismos (políticos y sectoriales) son los que han impedido desde siempre que Córdoba sea una capital que vuele alto.
A ver si también se supera esa asignatura pendiente con tintes de maldición.