La pequeña localidad de Greccio sigue siendo un referente ocho siglos después. Hacia allí van dirigidas las miradas esta Navidad, recreando la escena del primer Belén viviente en presencia de San Francisco de Asís. Decía del lugar San Francisco, como el poeta que sabe utilizar las figuras retóricas, que «era rico en su pobreza». Y es que la primera representación de un Belén, la que se convirtió en una tradición que ya alcanza los ochocientos años, no fue una maqueta sino una espléndida sintonía de personajes que, encarnando a los protagonistas de la Natividad, a la postre serían el germen de una hermosa propagación de tan grandiosa ocasión.

«Lo que animaba al Poverello de Asís era el deseo de experimentar de forma concreta, viva y actual la humilde grandeza del acontecimiento del nacimiento del Niño Jesús y de comunicar su alegría a todos», decía Benedicto XVI en la Audiencia General del día 23 de diciembre de 2009. Y añadía: «La noche de Greccio devolvió a la cristiandad la intensidad y la belleza de la fiesta de la Navidad y educó al pueblo de Dios a captar su mensaje más auténtico, su calor particular, y a amar y adorar la humanidad de Cristo. Este particular enfoque de la Navidad ofreció a la fe cristiana una nueva dimensión».

San Buenaventura, quien fuera Superior General de los Padres Franciscanos y escritor, relata los hechos de la siguiente manera: «El varón de Dios estaba lleno de piedad ante el pesebre, con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón inundado de gozo. Se celebra sobre el mismo pesebre la misa solemne, en la que Francisco, levita de Cristo, canta el santo evangelio. Predica después al pueblo allí presente sobre el nacimiento del Rey pobre, y cuando quiere nombrarlo -transido de ternura y amor-, lo llama «Niño de Bethlehem»». Y, cómo no, el Papa Francisco en Admirabile signum exponía el significado y el valor del Belén señalando el origen en este episodio que tantos han recordado y transmitido.

En un aniversario tan señalado, el sucesor de Pedro ha concedido una indulgencia especial a los católicos en un periodo que se extiende entre los días 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, y 2 de febrero, Fiesta de la Presentación del Señor. El modo de obtener esta indulgencia es visitar alguno de los pesebres montados en iglesias atendidas por los franciscanos y rezar ante él. Todo esto se alcanzará, añadiendo las condiciones habituales: recibir el sacramento de la penitencia, recibir la comunión y rezar por las intenciones del Santo Padre. Dejémonos sobrecoger por este Dios hecho Niño en un humilde portal.