El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Geografía urbana de la mili

En aquellos sorteos se combinaba la satisfacción o el cabreo, porque no era lo mismo terminar la mili en Sevilla que Huesca, lógicamente

Actualizada 05:05

La adquisición esta semana por la Universidad de Córdoba del edificio de la antigua Zona de Reclutamiento ha resucitado en la memoria de muchos no sólo su paso por este inmueble sino también la de todos aquellos puntos de ciudad que, de una manera u otra, han estado vinculados con el Ejército y, como consecuencia, con los españolitos que cumplían con el Servicio Militar.

A nadie se le escapa el histórico vínculo de Córdoba con el Ejército, que fructificó paulatinamente en una serie de cuarteles y en unos centros de instrucción de reclutas que durante décadas hicieron que la ciudad quedara fijada en la memoria sentimental de quienes por aquí pasaron para hacer la mili.

Córdoba era un referente, como podía serlo Cáceres, San Fernando, Cartagena, Madrid, así como otros muchos lugares a donde te podía destinar la suerte del sorteo y sobre los que siempre sobrevolaba el infortunio tan temido de ser destinado a Melilla. Muchos de los que estuvieron confirman que no fue para tanto.

El itinerario partía en unas dependencias municipales, situadas en Huerto de San Pedro el Real, junto a Maese Luis, donde se tallaban a los futuros reclutas, como primer paso del Servicio Militar. El siguiente era invariablemente en la Zona de Reclutamiento, donde entre otros cometidos te daban el petate con tus primeros atalajes militares y luego se sorteaban los destinos de cada remplazo, en un ritual muy concurrido y que en ocasiones llegaba a cortar el escaso tráfico de la calle Lope de Hoces. En aquellas jornadas se combinaba la satisfacción o el cabreo, porque no era lo mismo terminar la mili en Sevilla que Huesca, lógicamente.

Los grandes cuarteles del Marrubial y Medina Azahara -Infantería y Artillería (El RACA), respectivamente- eran los encargados de suministrar el mayor número posible de soldados que dedicaban las aburridas tardes de los domingos de entonces a pasear de uniforme con transistores de funda de cuero para seguir el fútbol y a quedar de forma invariable en la esquina de Telefónica, en la ‘plaza del caballo’, después de poner una conferencia a un lejano pueblo aragonés o de la sierra de Huelva.

Además, había otros centros militares de menor envergadura en los que también se podía hacer la mili, como el cuartel de Automovilismo, las Caballerizas Reales o el de El Higuerón. Una leyenda urbana contaba que los enchufados acababan en la Policía Militar, haciendo guardias en la esquina del Gobierno Militar, que ahora es la Subdelegación de Defensa, y que en aquella época contaba con efectivos que mañana y tarde salían, con cornetín y todo, a izar o arriar la bandera, para sorpresa de quienes se topaban por primera vez con aquello.

Pero, claro, para llegar aquí había antes que pasar por el CIR 4 o el 5, Obejo o Cerro Muriano, para una instrucción militar que culminaba con una jura de bandera siempre multitudinaria que colapsaba aquella vieja carretera llena de curvas y que servía de comparación para el niño que al peinarse no sabía hacerse bien la raya en el pelo.

Todo este peculiar universo castrense que era parte consustancial de la ciudad de Córdoba comenzó a desmantelarse hace 40 años, cuando el ministro de Defensa de la época, Narcís Serra, aplicó el Plan de Modernización del Ejército de Tierra, el plan META, que comenzó a cerrar cuarteles urbanos. Después vendría la supresión de la mili obligatoria, con José María Aznar, y ahora, al cabo de 40 años aún quedan flecos del Ejército en plena ciudad. La Zona ya es civil, las Caballerizas Reales también, pero todavía falta, por ejemplo la Farmacia Militar.

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