Ha concluido, quizá, la fiesta más señalada del año; una festividad cristiana que nos recuerda el nacimiento de Jesús y que, pasando la Epifanía, culmina con la memoria del Bautismo en el río Jordán. Si había un punto de referencia destacado en el conjunto de las fiestas que se acaban de celebrar, este se enfocaba en la novedosa presentación de la cabalgata de los Reyes Magos. Siempre se habla de esas tardes de expectación que acaban en decepción y así lo comenté en pequeños círculos antes del ansiado desfile. Y es que en los años precedentes nuestra ciudad gozó casi de una burla con la puesta en escena que recorría cada cinco de enero las pobladas calles de Córdoba. Se hablaba de un cambio radical, de un nuevo modelo de cortejo real, algo que no dejó indiferente a nadie a la hora de salir a admirar aquello que todavía era un vaticinio. Y no hubo chasco, porque era complicado no superar lo que tuvieron que ver nuestros ojos en anteriores ediciones.

Llegado el codiciado día, se puede afirmar que la cabalgata del 2024 manifestó una mejora considerable, por supuesto. Asimismo, no está de más pedir aplausos para los responsables, quienes apostando por el cambio, aparecían a pie de calle mostrándose henchidos de gozo como aquellos que ha cumplido con su objetivo. Hubo detalles relevantes y acertados, bajo mi humilde opinión, en la presentación de los tres magos con sus correspondientes cofres: oro, símbolo de la realeza; incienso en cuanto a la representación de Dios; y mirra, imagen del calvario padecido para redención de la humanidad. Y, en conjunto, puedo decir que me gustó. Ahora bien, se debería partir de este salto cualitativo para entender que es posible seguir mejorando en sucesivas convocatorias.

Creo que el sentir general ha sido de satisfacción, si bien hay alguna que otra estridencia que no estaría de más controlar. En una cabalgata creo que no cabe música discotequera, algo más propio de otros contextos; tampoco el excesivo desfile de la flota de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad con sirenas exageradamente retumbantes… Unos zumbidos que empañaban otros hilos musicales más acordes con el acto. Pero claro, para gustos están los colores. De igual modo, los tradicionales caramelos que caían junto a ingentes cantidades de gusanitos al inicio del recorrido, escaseaban en más de la mitad del itinerario, provocando las críticas más generalizadas. Y también hubo falta de previsión de medidas en algunas zonas en las que el alumbrado navideño chocaba con algún elemento de la comitiva.

Cada cual hablará de ilusión o desilusión, todo es posible. A fin de cuentas y eso es lo más importante, para la chiquillería seguirá siendo una noche mágica, ciertamente ilusionante, la noche en la que hay que irse pronto a dormir y en la que se imagina, incluso se ve, a los Magos de Oriente haciendo un largo viaje, entrando por alguna rendija de la casa y marchando por las azoteas para regresar dentro de un año.