Un Bukele para las palomas
Si bien el replicante Roy Batty vio cosas que no creeríamos, como rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser, creo que podría mejorar perfectamente aquel sublime discurso de hallarme al borde de la muerte y con la carita descompuesta ante el agente Rick Deckard encima de un tejado. A las lágrimas en la lluvia y toda la pesca añadiría un sencillo: «He observado a palomas cordobesas comerse un chuletón encima de la mesa de una terraza».
Sucedió hace años. Estaba con un buen amigo sentado en un restaurante y muy cerca otras dos clientas que daban cuenta de sendos filetacos. Era de noche. Cerquísima de la mesa de estas mujeres estaban dos palomas que no se iban ni con ademanes ni saciadas con migas de pan. Y estaban especialmente agresivas e insistentes. ¿Sería la luna? A punto de terminar, ellas se levantaron y se apartaron para fumar. En ese momento las palomas saltaron a la mesa, porque eso no era volar, sino ansia, y empezaron a devorar la carne con un frenesí que no he visto yo ni en los documentales de hienas y leones, enemigos irreconciliables. Hay licaones en la sabana con más urbanidad y modales que aquellas dos aves transformadas en alguna especie de entidad demoníaca. Incluso un dragón de Komodo corriendo hacia uno daría menos miedo que aquel festival de la sangre.
Desde entonces quedé impactado y ya no soy el mismo. El estrés postraumático se cebó conmigo. Además he visto muchas otras barbaridades, y seguro que también los cordobeses. Como las palomas acechantes del bulevar del Gran Capitán, siempre prestas a subirse a las mesas para terminar como carroñeras los restos de las tostadas de la gente. O a las de muchos puntos de la ciudad, que vuelan bajo en línea recta, obligando a evitar el choque en la cabeza con una esquiva de boxeo, porque no se apartan ni cambian el rumbo.
Antaño las palomas eran seres entrañables a los que alimentaban los niños en Los Patos. ¿Qué ha sucedido para que hoy hagan bullying a los ciudadanos cordobeses? ¿Cómo pueden tener más peligro que un repetidor en un instituto? ¿Por qué no se habla de estas bandas de palomas? Uno ve al grupo de la Torre de la Malmuerta y se cambia de acera, auténtica mara de aves capaz de estrellarse contra tu cráneo de forma masiva o llenarte de cacas con la eficacia de un bombardero Northrop Grumman B-2 Spirit.
Su estrategia evolutiva es bien simple. Predominan las mutaciones de ejemplares más proclives a estar cerca del ser humano, incluso perdiendo el instinto de supervivencia por el camino, lo que las convierte en kamikazes. A partir de ahí se crean maras de palomas cuyo único objetivo es impactar en la cara de la gente y corroer el entorno con sus heces, que nada tienen que envidiar a la sangre de alien. Pronto las veremos llamando a la puerta del Noor o de El Choco solicitando menús degustación porque chuletones y tostadas les parecen poco.
¿Se topan estas maras con un Bukele que las contrarreste? La respuesta es no. Solamente hay héroes aislados, como quien les disparaba desde su ventana el pasado mes de octubre cerca de la avenida de América, apenas un charlesbronson de ocasión, aunque podamos alabar su arrojo y entendamos su desesperación. Siempre estará en nuestros corazones. Leo en La Voz de Córdoba que algunos ayuntamientos de la provincia quieren reducir la población de palomas de forma ética, sin sacrificarlas, llevando parte de la población a otros lugares. ¿A qué lugares? Imagino una guerra soterrada entre municipios que se endilgan maras de aves conflictivas, las más chungas, intentando librarse de sus acciones perniciosas.
Si ya los perros superaron al humano en la cadena trófica al obligar a sus antes dueños y ahora siervos a recoger excrementos con la mano, podemos considerar que también la paloma está por encima de la jerarquía con respecto a nosotros, tristes viandantes atemorizados por cruzarnos en nuestro camino con una de estas pandillas de alados sin ley y sin Bukele que les haga frente.
A la espera de que las maras de palomas se organicen como Partido Columbiforme y desbanquen a José María Bellido de la alcaldía, me preparo para lo peor y parto para la Armería Cabello con el objetivo de escoger escopeta de plomillos.