No hay nada que más guste a cualquier hijo de vecino, al menos en este país, que una polémica, bronca o pelea en toda regla. Es algo connatural a la nacionalidad española y, cuando la trifulca es ajena (que ni te va ni te viene), entonces no necesitas más que alguien al lado para ir comentando la jugada.

Y de polémicas los políticos saben un rato, va en su ADN. Lo que sucede que, en ocasiones, se les va la mano y lo llamativo se debate en la delgada línea que lo separa del ridículo. Entonces, como con el concepto de pelea ajena, aparece en escena el de la vergüenza ajena y no siempre es divertido, porque a uno le sale la parte paternalista y se apiada del susodicho.

Algo así pasó el martes en el pleno de la Diputación con los portavoces de la izquierda, que buscaron eso que en mi calle se llamaba «meter boca», tal vez, porque como les suele pasar casi siempre, cuando la gente no les vota la huida hacia adelante se basa en esos conocidos conceptos de la superioridad moral y las reglas del juego son las mías aunque no mande ni en la escalera de bloque.

Así por ejemplo, la portavoz de IU puede solidarizarse con los bomberos (tuvieron dos mandatos seguidos para pasar de ellos e ignorarlos con ahínco) y el presidente de la Diputación, no. Y, así, el anterior mandatario provincial (el socialista Antonio Ruiz) podía cerrar los debates sin que nadie chistara y el de ahora, según el portavoz del PSOE, no.

Es más, el presidente debe moderar los debates, pero ahora, aunque mande a callar al portavoz del PSOE cuando no tiene el turno de palabra -como las reglas de los socialistas son las que ellos deciden en minoría absoluta- no tiene por qué hacer el más mínimo caso.

De ese modo, la izquierda fue al pleno buscando pelea y el motivo daba igual, aunque la tangana se formase en una moción para promocionar los productos cordobeses. Lo importante era discutir, aunque esas ganas de buscar pelea no tuvieran gracia ni interés. Todo un logro en una sociedad a la que le encanta una buena bronca.