«Amigos e hijos de puta»
Don Camilo José Cela, de gratísima memoria, dejó escrito que la humanidad se divide en dos grupos; a saber: amigos e hijos de puta. La aseveración, que ciertamente podría haber sido menos terminante o algo más refinada, ha de asumirse en el contexto carpetovetónico tan grato al escritor gallego y en concordancia con ese su gusto por epatar, que tanta popularidad ( y por ende libros vendidos ) le procuró en vida.
Sea como fuere, en este país, esa «celiana» división ha tomado mucha fuerza desde el malhadado advenimiento de Zapatero, el del ya extinto Iglesias, y el del deplorable Sánchez. Hoy casi todos los políticos se pronuncian para manipular sentimientos, nunca para armarse de razones, y esa inclinación, unida a una más que apreciable cobardía y falta de firmeza intelectual, nos tiene donde nos tiene: en la división y en el odio al discrepante.
En estos días de levantamiento de los agricultores la izquierda radical ( ¿ hay otra ? ) en vez de alinearse con el débil, con el explotado, con el sometido, lo denuesta. No toleran que esos miles de personas que trabajan de sol a sol en circunstancias extremas luchen por la pervivencia de su economía y de su modo de vida: los llaman «cayetanos», señoritos y explotadores. Sin dar razones ni apuntalar sus afirmaciones con dato alguno. Ocurre que para esta izquierda radical ( ¿ hay otra ?) y sus palmeros, los trabajadores del campo, en la medida en que se oponen con firmeza a la absurda y demoledora Agenda 2030 , dejan de ser amigos para convertirse en…Y, al enemigo, aunque tenga razón, ni agua.
Algo parecido parece estar ocurriendo, a nivel más doméstico, en Córdoba. Se debate nombrar a la estación de ferrocarril, Estación Alcalde Julio Anguita. Nada que oponer. Siento cierta atracción por la personalidad magnética de Anguita. Hasta ese modo suficiente, un puntito ( o algo más que un puntito ) pedante y profesoral con que discurseaba, me parece sugestivo. Creo que fue un hombre radicalmente honrado en lo individual. Como político, a mi modo de ver, cayó en contradicciones que, en un hombre tan esclarecido, sólo explica, según creo, una cierta soberbia intelectual. Como alcalde su gestión fue opinable. Como persona, y esto es para mí lo más importante, respetado y querido.
Casi todos los grupos municipales del Ayuntamiento de Córdoba se han sumado con entusiasmo a tal iniciativa. Sólo Vox ha sugerido un matiz: que al nombre de Julio Anguita se una el de quien, posiblemente, haya sido el mejor alcalde de Córdoba, el que puso la bases de la modernización de la ciudad, el que se adelantó a su tiempo: Don Antonio Cruz – Conde. No he encontrado a ningún urbanista, economista o sociólogo que me haya criticado la labor de Don Antonio. Muchos, sin embargo, la han elogiado.
Qué apropiado hubiera sido unir el nombre de esos dos alcaldes como visible homenaje de la ciudad de Córdoba.
¡Qué ejemplo de tolerancia, de inteligencia, de buena razón! Hubiera sido símbolo de la grandeza de una ciudad y del reconocimiento agradecido de sus habitantes a dos alcaldes que deambularon por las antípodas políticas. Pero, ¿ qué importa que tuvieran ideologías distintas ? Las personas y sus obras son mucho más importantes que las ideologías.
Sin embargo, no va a poder ser : en gran parte de nuestros políticos no rige la razón. Nuestros políticos de izquierda no pueden tolerar que un gran alcalde, de cuya labor en pro de la ciudad no puede dudarse, reciba tal homenaje. Creo que todas sus razones se contraen a una circunstancia temporal: como ejerció su función durante el régimen del General Franco ya está descalificado, ya no es un amigo, sino …
Los miembros del Partido Popular, formación que tanta crítica acerada vertió contra Anguita ( echen mano de su propia memoria o, si les falla, den un vistazo a la hemeroteca) apoyan a Don Julio ( chapó ) pero eluden apoyar el nombre de Don Antonio. No sé de qué me sorprendo. En el Partido Popular, a mi modo de ver, pesa más la oportunidad que la razón, la disculpa que la valentía, lo melifluo que lo contundente, el miedo que la decisión… Hasta que no se den cuenta de que la política, ejercida con nobleza, exige dar a la verdad y a los principios un lugar pre eminente, seguirán , probablemente, ganando elecciones, pero no harán una sociedad definitivamente mejor.
Han perdido la oportunidad, más por pusilanimidad que por otra cosa, de superar la bárbara y lamentable división «celiana» entre amigos e….
Blanditos que son ellos.