Al tenazónRafael del Campo

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Esa pléyade de votantes social e ideológicamente cristianos, ¿considerarán sus principios morales o filosóficos antes de votar?

Hace ya muchos años, el Papa Juan Pablo II retó al viejo continente con una frase amablemente pugnaz: «Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma». Era el 9 de noviembre de 1.982 y la decadencia de Europa y de los europeos se columbraba ya como una realidad incipiente, pero inevitable.

Hoy, transcurridos más de 40 años, la realidad es tozuda y Europa y los europeos han ( hemos ) eliminado de nuestra vida particular, comunitaria, nacional y continental los principios cristianos que nos hicieron grandes. Hemos dejado, pues, de ser nosotros mismos. Como colofón, nos enfrentamos a una realidad belicosa, materialista e insolidaria, y a una palpable crisis de influencia en el resto del mundo.

Dentro de unos meses habrá elecciones al Parlamento europeo y me temo que serán la economía, la ambigüedad, las intuiciones particulares y hasta la más regodeante indiferencia, los criterios que utilizarán los europeos para acudir a las urnas. Probablemente, ni los principios morales, ni las convicciones filosóficas serán tenidas en cuenta.

El problema es que la Unión Europea se afana, en mi opinión, en implementar básicamente medidas que consigan dos fines. A saber :la estabilidad económica de capas medias de la sociedad, eso sí, incrementando desproporcionadamente la riqueza de los grandes poderes. Y la demolición inmisericorde de los principios cristianos. Y ante esta realidad, si los europeos se acomodan y se dejan llevar, nada cambiará. El futuro, tengo para mí, es de los poetas y de los soñadores…el problema es que en nuestra civilización apenas hay poetas y quedan muy pocos soñadores.

Un ejemplo: como es público y notorio, la conformación ideológica de los sucesivos parlamentos e instituciones europeas han propendido a valorar el aborto como un derecho: un derecho humano, un derecho fundamental… ¿qué más da?: un derecho, al fin y al cabo. Por tanto, salvo reacción contundente, el derecho a eliminar una vida, incipiente, sí, pero una vida, se va a terminar de consagrar en nuestro entorno cultural.

No me sorprende esta posición abortista en los europeos que mantienen posturas puramente materialistas, anticristianas y de izquierdas. Aunque, en rigor, es contradictorio que quienes hacen bandería de la defensa al débil, permitan que se acabe con la vida de quien no puede defenderse y es, por tanto, el más débil de todos : el embrión. Esta hipocresía infumable le llamaba la atención a Miguel Delibes, el eximio escritor vallisoletano, que puso el dedo en la llaga y enfatizó la doblez interesada de los « progres “ que se jactan de defender al débil y que, sin embargo, admiten que contra el embrión “ una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad ….» Y es que, como explicaba Delibes : “Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podría recurrir “

Sin embargo, es mucho más llamativa la postura de los que, aunque creen, practican o simplemente valoran los principios cristianos votarán a partidos que admiten, defienden o toleran las ideologías abortistas. Y es que no parecen darse cuenta de que cambiar Europa y cambiar el mundo empieza por el sencillo acto de echar en la urna la papeleta de un partido que defienda lo esencial de nuestros principios. Votar por aquello en lo que uno verdaderamente cree es, debiera ser, un acto de dignidad irrenunciable. Pero : ¿ sigue habiendo criterio y dignidad en los europeos ? ¿Creen aun en algo ? ¿Tienen conciencia de que sólo tienen su voto como herramienta para contribuir a cambiar la sociedad ?

Por eso, me ( os ) pregunto:

Esa pléyade de votantes social e ideológicamente cristianos, ¿considerarán sus principios morales o filosóficos antes de votar?

Esa pléyade de votantes, ¿querrán con su voto contribuir a cambiar Europa o se acompasarán, una vez más, con la tibieza y un absurdo pragmatismo?

Esa pléyade de votantes ¿votarán por partidos gavioteros que toleran, aunque sea de modo ambiguo y melifluo, el aborto o, por el contrario, optarán por partidos de defienden de modo militante e incontrovertible el derecho la vida?

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